BUSSANA VECCHIA – Liguria

Salí de San Remo rumbo a Bussana Vecchia, que queda a solo 10 km, ¡pero que kilómetros!
Cuando me encuentro con caminos como este, me voy diciendo, quién me manda venir. Y además ¡Cómo manejan estos tanos!.
Lo que me habían dicho del lugar no concordó con lo que vi. Italia no deja de asombrarme por las cosas con que uno puede encontrarse.
Ni bien se llega hay dos trattorias donde se come muy bien y desde la terraza hay una hermosa vista. Hay que dejar el auto o en lo que hayan venido, ya que él lugar a partir del estacionamiento es peatonal.

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En el año 1869 sufrió un terremoto y recién en el año 1960 algunos «artistas» y soñadores comenzaron a habitarla.
Es un pueblo medieval destruido y abandonado. Lo reconstruido es bastante decadente y lo que hay en pie, está a punto de caerse. La gente viene por curiosidad o porque alguien los mandó, como yo.

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De lo mucho que he visto y recorrido es lo más deprimente, a la vez curioso y algo mágico, que ese deber ser lo que hace que sea visitada.
Posiblemente en verano el aspecto sea distinto. Florecerán las glicinas, las retamas y los jazmines y además del perfume habrá mucho color.
No hay mucho para recorrer porque es muy chico y parte inaccesible, dando vueltas me encontré frente a algo que no sabría describir. Parecía un bar al aire libre, pero a la vez un desarmadero. Mientras dudaba, se asoma un muchacho con rastas y me hace señas de que suba. Cuando llegué no entendía qué era. Me invitaron a sentarme, butaca francesa, mesas de estilo rejuntadas y varios muchachos y una chica todos mal entrazados. Por todos lados floreros llenos de flores frescas del campo de uno de los que estaban allí. Me preguntaron qué quería tomar y yo les dije que un machiato (¡que tipa yo!). Me respondieron que no tenían, porque no era un bar, sino su casa (pero igual me hicieron un café). No sé cómo pude tomarlo. No se imaginan las tazas. Me pareció ver que el agua la tenían en bidones. Charlamos un buen rato. Les pregunté qué hacían, de que vivían (hay que ser… solo yo) me contestan que de lo que le dan los amigos, de lo que juntan por ahí y después venden. No lo podía creer, todos tenían entre 30 y 40 años. No podía entender cómo no hacían nada ni nada los preocupaba. Quizá esa sea la manera de tomarse la vida. Lo que me quedó en claro es que ellos poco contribuirán a la restauración de Bussana Vecchia, pero si a darle un toque de color algo particular.

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Tenía que desandar el camino hasta la ruta para ir a Génova, de manera que, prometí mandarles las fotos, los saludé y me fui.
Mi curiosidad quedo satisfecha. Si están en la zona, les sobra tiempo y quieren comer en las trattorias de la entrada, hagan la excursión. Extraño y pintoresco.