Desde Cortina D’Ampezzo iba a Pieve di Cadore, que era mi destino, pero antes está Cibiana di Cadore, que me habían recomendado conocerla.
Hasta allí son unos 70 km y se tarda 1,30. Imaginen la ruta. Espectacular el paisaje y las vistas, muchas motos en la ruta, que para ellas es un paraíso y mucha nieve llegando al paso Giau (2236 metros) que tiene una vista maravillosa. En estos lugares el desafío son los pasos tanto en el ascenso como en la bajada, en este caso para llegar al primer pueblo de la ruta, Selva di Cadore, hay 29 tornanti (caracoles), en 9 km. con una pendiente de 16%. Este es uno de los recorridos del Giro di Italia (los ciclistas son héroes).
Selva di Cadore. Es muy chico y como casi todos estos pueblos, la ruta le pasa por el medio, y las casas están colgadas de la ladera. La infaltable iglesia y un cementerio de guerra. Busque un café o un restaurante y no había nada abierto. Sus habitantes son 523.
Me resigné y seguí camino por el Passo Staulanza, algo más bajo a 1783 metros, la ruta pasa justo al pie del macizo, uno tiene la sensación de ser una hormiga. Se pasa por los pueblos de Zoldo Alto, Forno di Zoldo y el Passo Cibiana, este trecho de unos 17 km es horrible. Angosto y en arreglo. Unos 8 km antes hay semáforos de espera. La bajada desde la ruta a Cibiana di Cadore es re empinada, y nada señalizada.
Llegando al pueblo sobre una explanada está la iglesia de la Inmaculada que se asoma al valle y debajo hay un cementerio, de los caídos en la guerra.
En el pueblo de origen medieval se circula por la única calle, que es de doble mano, pero tan angosta que en algunos puntos hay que cerrar los espejos (Grrr). Es chico y entreverado, encajonado en una grieta de la montaña. El paisaje de ensueño.
Lo mejor hubiera sido estacionar arriba y bajar caminando, pero el que nos sabe…Lo peor fue llegar al estacionamiento y no les cuento salir.
Después de dejar el auto camine unos metros hasta la calle Masarié 51, donde había un lindo edificio con el restaurante Taulá dei Bos, pero eran las 14,30 y ya habían cerrado la cocina. Por suerte que pude usar el baño que estaba impecable.
Todo el pueblo nos lleva al año 1200, parece de película. La particularidad es que tiene murales pintados en los frentes de las casas, por pintores locales y extranjeros, que lo vienen haciendo desde el año 1980. Todos los años se agregan nuevos frescos. Hay unos 55 murales, por eso a Cibiana se la conoce como el “pueblo de los murales”.
Los murales se encuentran en tres pueblos muy cercanos uno de otro, Cibiana di Cadore, Pianezze y Masarié. Yo estuve en Masarié por esas cosas de perderme, porque en realidad iba a Cibiana di Cadore que está más arriba.
No hay que caminar mucho para encontrar los frescos cuyos temas se refieren a lo que se dedica la gente del lugar y a los distintos oficios. Están en todos los rincones, algunos muy bien conservados y también muy bellos.
Esto lo copié para un amigo que tiene ese apellido.
Pregunte si había un lugar para tomar algo y me señalaron una especie de kiosco en una casa. Entre y la señora, algo mayor, me preparo un café, casi intomable.
Fui a buscar el auto esperando no rayarlo y no encontrar a nadie bajando en la subida. Fui afortunada.
Si alguna vez andan por estos lugares háganse un tiempo para sorprenderse y además si tienen la suerte de que el restaurante Taula dei Bos esté abierto no se lo pierdan, el menú parecía delicioso.
Bien valió la pena el estrés de la ruta, que a la larga siempre se puede por más difícil que parezca.
Tengo que seguir a Pieve di Cadore, unos 17 km más.