CORI – Lazio

Estando en Velletri, el día 1 de mayo todo el mundo sale a pasear, es costumbre hacer lo que llaman scampagnata (picnic) y las rutas están congestionadas. Fui a Cori, que está a solo 18 km y también forma parte de los Castelli Romani, siempre en la región del Lazio.

Edificada sobre una colina de los montes Lepini, en los días límpidos se puede ver la costa del mar Tirreno hasta el Promontorio del Circeo.

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Este pequeño borgo tiene una historia muy larga e interesante y se remonta a 3000 años a C. Según la leyenda tiene orígenes divinos y habría sido fundada por distintos personajes. En la antigüedad se la conocía como Cora, su fundación según la mitología griega habría sido por el principe troyano Dardano, otra, que el pueblo lo habría construido el rey de Alba Longa, y otra más que el fundador fue Eneas.

En las últimas investigaciones se encontró restos de haber sido habitada en la edad de bronce, 3000 a.C., haciendo de ella una de las poblaciones más antiguas de los “pueblos latinos” luego fue invadida por los volscos, pueblos de origen de la región de Umbría.

Tuvo una gran independencia, tanto de tener una moneda propia el “corano”. Participo en los años 218-201 a.C. en las guerras púnicas junto a Roma.

Fue saqueada en el año 1167 por las tropas de Federico Barbaroja. Luego cedida a la familia de los Annibaldi. Después de la muerte de los Annibladi volvió bajo la egida del pontificio.

En la edad media Cori adquirió la característica urbana que conserva hasta hoy el casco histórico, de pequeñas estrechas callecitas, plazas, iglesias y algunos pórticos.

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Al casco antiguo se llega, por Vía della Repubblica que desde la plaza de entrada de la ciudad es en subida y bastante ríspida (los construían en lo alto para evitar las invasiones sarracenas). Se puede tomar también Vía Cavour o cualquier otra ya que no es muy grande y el trazado de forma casi circular hace muy fácil el recorrido de manera que callecitas que tomen no se perderán, tiene varias placitas con su respectiva fuente.

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Rodeada de una magnífica la muralla de la que se conservan solo 2 km, interrumpida por algunas torres construidas en el año 100, a lo largo de ella se encuentran la Porta Romana, la Ninfina (reconstruida después de la última guerra) y la Signina.

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Imposible visitar las innumerables iglesias que son más de diez, parece increíble que en tan pequeño lugar haya tantas.  Algunas muy antiguas, si quieren caminar un poco más, saliendo de la Porta Romana, en la Piazza della Croce se encuentra el convento de San Francesco que tiene un hermoso cielorraso de madera cassettonato (cuadriculado) de color azul Francia y dorado realizado en el año 1673/1676 precioso, además el claustro también merece una visita. Una de las más importantes es la iglesia de Santa Oliva construida en el siglo XII. La iglesia de Santa María de la Piedad construida en el siglo XII sobre un antiguo templo romano.
Siguiendo la Vía del Tempio di Ercole se llega en pocos minutos a la Piazza Monte Pio con una fuente casi tan grande como toda la plaza.

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Avanzando aún en la parte más alta de Cori, nos encontraremos con algo realmente sorprendente en este lugar y es el templo de Hércules una construcción del año 100 a. C. Enorme, con columnas dóricas y el tímpano intacto. Esta construido sobre el borde de la ladera y mira todo el valle que en días claros se puede ver hasta el mar Tirreno.

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A sus espaldas la Piazza San Giovanni, rodeada de casas y el Palazzo Marrchetti construido en el siglo XVI.

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Volví a la Piazza Signina y en el bar sin muchas pretensiones, tomé un Campari y luego almorcé un spaghetti cacio e pepe, estaban bastante buenos.

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Imposible comer en un buen restaurante, todos llenos con reservas.
Esta región produce un buen aceite de oliva, como así también los vinos dei Castelli, por ejemplo el blanco Cori, Nero Buono, Bellone entre otros, son famosos unos biscochos al vino tinto, ciambelline.

Di una vuelta hasta la iglesia de San Pedro en una calle que bordea la muralla y desde allí volví al auto.

El 2 de mayo me despedí de los dueños del BB y puse rumbo a Roma. En la estación Termini fui a devolver el auto con el que había hecho 4400 km. Por suerte llego intacto.