A 30 km de Gallipoli se encuentra Galatina. Es otra de las joyas del barroco en la región de la Puglia. Me explicaron que la diferencia con Lecce es que este barroco es más rococó. Es más delicado y liviano que el barroco leccese.
Galatina fue fundada alrededor del siglo XII, está rodeada por murallas, y tiene puertas de entrada.
El casco antiguo es básicamente medieval, lo sabemos por la enmarañada cantidad de callejuelas.
Es una ciudad encantadora de las que conservan ese algo del pasado del que se enorgullecen.
Fue una de las ciudades de Italia en tener las primeras calles pavimentadas con piedra viva, que aún hoy se conservan, dando la sensación que el tiempo no hubiera pasado. En el año 2004 fue nombrada ciudad de Arte. Es un placer recorrer su centro histórico con los vericuetos, callejones, las «case a corte», balcones ricamente trabajados, palacios señoriales, casas que encierran viejos misterios que a los lugareños les encanta relatar.
Había dejado el auto al lado de la Catedral, sin saber que es la joya de Galatina y del arte románico gótico por excelencia, con influencias bizantinas, góticas y normandas. Está en la Piazza Raimonndello Orsini, bueno por decir plaza, la calle se ensancha unos 100 metros, y por suerte se puede apreciar la armonía y belleza de su fachada.
En el año 1391 fue dedicada a Santa Caterina d’Alessandria, edificada por voluntad de Raimondello Orsini del Balzo.
Cuando entre me hizo acordar a la iglesia de San Francisco de Assisi, aunque es más chica, pero la maravilla de los frescos que cubren todo el interior nos deja con la boca abierta. Los pintores son desconocidos, pero se sabe que son de la escuela de Giotto.
Los magníficos frescos fueron hechos a pedido de la esposa de Orsini, Maria d’Enghien, que luego fuera Reina de Nápoles.
A un costado de la iglesia hay un claustro, también con algunos frescos.
A pocos metros se encuentra el Palazzo Orsini, sede del Municipio, y al lado la oficina de informes donde el Señor Gianconese, con mucha amabilidad y conociendo muy bien la ciudad y todo el arte que encierra me sugirió el recorrido.
Fue una pena que lloviera, pero pude recorrer todos los lugares que el Señor Gianconese me había recomendado.
En esta ciudad tienen el orgullo de ser los creadores de un postre llamado “Pasticciotto” se pronuncia pastichioto. Fue en el año 1745, en la Pasticceria Nicola Ascalone, en Via vittorio Emanuele 17, todavía hoy la familia sigue la tradición. Está hecho con una masa tipo pasta frola y relleno de crema pastelera, tienen forma ovalada y se suelen comer tibios, son muy ricos. Obviamente tenía que ir a comprar dos para probarlos, el local esta como fue en su fundación. Y la dueña me convido con otras dos masitas muy ricas.
Desde la pasticceria por Vía Vittorio Emanuele fui hasta Piazza San Pietro donde se encuentra la Iglesia San Pietro e San Paolo, pero no pude entrar para verla, porque era pasado mediodía y estaba cerrada. Pude apreciar la fachada barroca que por suerte no tiene nada delante. Fue restaurada en el año 1633.
Adyacente a la iglesia se halla la Capilla de San Pablo, en el Corso Garibaldi 2, en esta capilla dicen que San Pablo encontró asilo en su viaje a Capo di Leuca, (que queda 57 kilómetros de aqui). En ella hay testimonios del culto al tarantismo. Enfermedad que contraían las mujeres picadas por una araña (tarántula) y se curaban bailando incansablemente hasta caer extenuadas, al baile lo llaman “La pizzica”.
El día imponía tomar y comer algo. En el Keys Bar, frente a la iglesia tome un macchiato y dos sándwiches chicos muy ricos, fue lo más barato que había pagado hasta el momento, solo 3.-E
Hay infinidad de bellos palacios (más de 30) fui a ver uno porque era rococo es el Palazzo Scrimieri, en Vía Santo Stefano fue construido en el año 1580 y luego reestructurado en 1700, leí la descripción de este palacio y decían que era un rococo «spumeggiante» algo así como espumoso. El trabajo del frente, de los balcones y rejas tan ricamente decorados, es bellisimo, que lo llaman «la bombonera».
Me dijeron que observara “Las cortes”, son casas que tienen un patio en común donde se desarrollaba la vida social, había lugar para lavar la ropa, en algunas de esas cortes quedan algunas de las piletas.
Los frentes de los edificios parecen tortas de tantos adornos de ángeles, flores, caracoles, etc.
Iba a Lecce a 25 km, pero llovía demasiado para seguir dando vueltas. Así que abrí el paraguas y fui hasta el auto por otros vericuetos muy simpáticos.
A pesar de la lluvia me alegré haber venido. Esta ciudad bien se merece una visita con más tiempo, es tranquila y encantadora.