Seguramente ustedes escucharon hablar del Slow Food, tan de moda.
Es en un pueblo llamado Pollenzo donde nació. Este lugar fue una verdadera sorpresa.
Es difícil describirlo. Hay restos de una ciudad romana y un anfiteatro del que solo quedan rastros ya que el pueblo se construyó sobre lo que fuera el anfiteatro.
Frente a una plaza la iglesia de San Vittorio, del año 1830 en de un estilo gótico italiano, preciosa.
El castillo de Pollenzo y el de los reyes de Savoia son medievales.
Slow Food creó un complejo de escuela de cocina, una Usina del Vino y un hotel de cuatro estrellas: «La Corte Albertina»… inmerso en una paz que habrá inspirado al nombre del Slow Food. ¡Tal vez!
Carlo Petrini, su fundador, se encontraba en el lugar y como Michele, el señor que me acompañó en el recorrido de Le Langhe, lo conocía me lo presentó. Estaba en la terraza del hotel con varias personas degustando vinos y gozando del «dolce far niente».
Estos rincones escondidos y poco conocidos por el gran público son un remanso para la vida agitada de los tiempos que corren. No les falta nada: historia, bella arquitectura, enología, gastronomía y gente amable y encantadora.