Desde Mattinata, alrededor de las 12, decidí ir hasta el Monte Sant’ Angelo, solo yo hago estas cosas, porque la distancia es corta 19 km, pero el camino, mamma mia, además los días son cortos. Y como ya se imaginarán los que me conocen, tardé más de 40 minutos.
El pueblo se encuentra en la formación del macizo del Gargano, a una altura de 800 metros sobre el nivel del mar. Es una población de tradición agrícola ganadera.
Declarado desde el 2011 como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Monte Sant’Angelo fue fundado en el año 1080 aproximadamente, antes de la llegada de los longobardos que gobernaron hasta el Siglo XVII cuando pasó a formar parte del Reino de Nápoles.
Con lo primero que me encontré después de estacionar el auto, fue con el Castillo cuyo origen se remonta al año 979. Tiene bastiones y el más antiguo se llama Torre dei Giganti, de forma pentagonal con una altura de 18 metros, y muros de un espesor de casi 4 metros. El emperador Federico II lo restauro para vivienda de su esposa Bianca Lancia. ¡Que amores esos! Algunas de las historias son maravillosas y trágicas.
El peregrinaje al Monte Sant’Angelo es de origen muy antigua. Fue a partir de la edad media, en el año 1216 con la aparición del Arcángel San Miguel, patrono del pueblo longobardo. A esta ruta se la llamó la Vía Sacra Dei Longobardi.
El santuario se encuentra en una gruta bajo tierra a la que se accede por una larga escalinata, que fue construida en época angevina. Sobre la gruta en el Siglo XIII Carlos I de Sicilia hizo construir la iglesia y una torre octogonal y el portal de bronce.
No sabía nada de esta historia ni de la aparición del ángel. El pueblo le es muy devoto como también de Padre Pío, que vivió aquí.
Hacía frío, un viento terrible, eran casi las 14 así que busqué el restaurante recomendado sin encontrarlo. En la calle le pregunté a una señora donde quedaba, me explico y me dijo “yo también tengo un restaurante, justo aquí”, me comentó que hacían platos de la tradición. La acompañé y allí me quedé, local muy bien puesto. La señora muy amable, me sugirió probar algo local y la verdad fue una buena elección, aunque daban ganas de probar todo el menú. Vinería Cantine Capone, en Vía Garibaldi 38, con una linda terraza para un día de sol. También vendían productos locales, quesos, fiambres, vino y aceite.
Comí un plato de habas de Carpino una localidad cercana (no se crean que de cualquier lado) y jamón, que estaba riquísimo, nunca había comido las habas de esa manera, muy bueno. El postre típico local que llaman ostia, porque son dos ostias y en el medio almendras caramelizadas, y el vino tinto Nero di Troia, IGP, que es la marca que distingue a los productos agrícolas de zonas determinadas protegidas, Indicación Geográfica Protegida. Si vienen se los recomiendo.
El casco antiguo me hizo acordar a Matera, sobre todo el barrio medieval Juno, casas blancas superpuestas, escaleras y placitas, iglesias de estiló gótico y románico, todo en un laberinto de calles que suben y bajan y terminan en escaleras.
Ya había subido un montón y proponían un recorrido para ver otra iglesia que era hacia abajo, de manera que me quede en la parte medieval y sin saber me encontré con algo fantástico, casi de no creer en este lugar.
Un edificio de época pre románica de enormes dimensiones, llamado erróneamente la Tomba dei Rotari, por una errada interpretación de una inscripción, se sabe que es un bautisterio y no una tumba donde decían que estaba sepultado el Rey Rotari. El Battisterio de San Giovanni in Tomba se encuentra en Largo dei Rotari. Les aseguro que no me sirvió de mucho el mapita, ya que todo está como encimado y al final se encuentra todo.
Se cree que fue construido en el año 1100. El interior es de forma cuadrada con una cúpula alta 20 metros de forma muy particular. Los capiteles esculpidos con bajorrelieves con escenas del antiguo testamento y los frescos son dignos de admiración.
Cuando estaba entrando escuché un canto, era una pareja de suizos que cantaban en latín el aleluya. Fue algo casi surrealista, tenían buenas voces y la acústica era increíble.
Saliendo de allí otra enorme sorpresa, también en vía Largo Tomba dei Rotari, la iglesia de Santa María Maggiore, es muy antigua y fue reconstruida por el obispo Leone Garganico. Conastanza d’Altavilla madre del emperador Federico II la hizo reestructurar en el año 1198. Los frescos que la adornan son bizantinos y representan santos y ángeles. Dos de los más bellos son el de San Miguel con ropa de cortesano bizantino y le otro de San Francisco, son unos de los más antiguos frescos conocidos de la Puglia.
Ya sé que a veces soy repetitiva, pero hay cosas que superan el asombro. En el silencio esperaba que en algún momento entrara algún caballero con su estandarte o algún emperador y su séquito. Es difícil describir lo que se siente, porque el lugar y el ambiente son algo muy especial y subyugante.
Para los que aman la historia medieval y la arquitectura bizantina se sorprenderán y deleitarán con lo que encontrarán en esta pequeña ciudad, que había sido totalmente desconocida para mi.
Valió la pena el camino.