GRAVEDONA – Lombardía

Gravedona queda a 100 kilómetro de Milán. Mi prima Pieralda me había ido a buscar a la estación de Colico  14 km, y me esperaban para cenar. La casa es muy linda y grande, de manera que estaba re cómoda.
Antes de acostarme mi prima me dice que no me asustara porque habían traído unos asnos a un terreno cercano y rebuznaban a cualquier hora. Era gracioso. ¡No necesité despertador!

Gravedona es una ciudad de origen medieval, lo que se reconoce por sus callecitas angostas, muchas con escalones que bajan hasta el lago. Recuerdo que una de las veces que vine en auto, la calle por la que me metí me pareció angosta, pero el auto pasaba bien hasta que tuve que cerrar los espejos, no podía avanzar ni retroceder. Dejé el auto y fui en busca de auxilio. Fue muy gracioso. Dos señores lo empujaron un poco hasta la entrada de un garage y allí de a poco levantándolo lo dieron vuelta. ¡Por suerte no se rieron delante mío!

A media mañana salimos a dar una vuelta por la orilla del Lago di Como y paramos a tomar el obligado cafecito. La vista es maravillosa, en la orilla de enfrente se ven Bellagio y Varenna. Reina una atmósfera de paz y tranquilidad inusual, con gente relajada y sonriente.

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Me llamó la atención la cantidad de gente mayor que vi. Sobre todo, mujeres muy bien vestidas paseando y reuniéndose en grupitos en los bares para el café o aperitivo.

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Ese día la curiosidad era yo, ya que, si bien todos conocen a alguien en Argentina, cuando te tienen enfrente quieren saber sobre el país. Para los que nunca salieron de Europa les parece algo lejanísimo y diferente (y siempre preguntan por qué la Argentina no consigue estar entre los grandes países).
El otro tema de conversación casi diario es lo mal que les va. A mí, casi me da un ataque, porque todas tienen propiedades, rentas, inversiones y jubilación.  Les dije que no tienen idea de lo que es estar mal y que deberían darse cuenta de que viven en un paraíso en todos los aspectos. Se la pasan viajando, recorriendo las Villas y los grandes hoteles tomando aperitivos. En fin, la vida soñada.

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Me llevaron a visitar una curiosidad local: un pesebre que es una cosa increíble. Ocupa toda una capilla privada. El que lo hizo coleccionaba figuras de cerámica, terracota, madera, etc. y su colección era tan grande que la tenía repartida por varios lugares. Pero este señor tiene una historia tétrica. Era prestamista y le había prestado dinero a un tipo que no se la devolvía. Parece que se la reclamó insistentemente, al deudor no le gustó que le reclamara, así que lo decapitó y la cabeza la llevó a quemar al horno de la pizzería de su suegro y el cuerpo lo trozó con cuidado y lo tiró en un basural (así que ojo a quien le prestan plata). Esto sucedió en el año 2010.

La ruta hasta el pueblo de Dongo a 13 kilómetros discurre en una llanura de viñedos. El pueblo y la Villa Belmonte se hicieron famosos debido a que allí mantuvieron prisioneros a Benito Mussolini y su compañera Claretta Petacci para luego ser fusilados en Milán el 28-4-1945.

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Dongo

Volvimos para la cena, que consistió en varios quesos con diferentes dulces, prosciutto y lardo.  De primo una pasta con vongole, el secondo un pescado tipo trucha en la sartén con verduras. Por suerte el postre era fruta.

Aquí en Gravedona hay varias iglesias y capillas, una la de Santa María del Tiglio (tilo) su origen se remonta al siglo XI, el nombre le viene de una planta de tilo que creció en el campanario cuando terminaron su construcción.  Su estilo es un bello ejemplo de arquitectura románico- longobarda, realizado en piedra blanca de Musso y negra de Olcio, localidades cercanas.

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Su interior, despojado y austero, solo conserva algunos restos de frescos. No tiene adornos, más que un crucifijo de madera del mismo siglo. Todo esto me produjo una sensación inusual de paz y de estar fuera del tiempo. Algo que contribuía a eso era el hecho de que no hubiera nadie.
El sitio donde está emplazada, es un suave prado de espaldas al verde lago que parece besarle los pies. Su bella y armoniosa arquitectura, con un delicado campanario tiene un misterioso encanto.
Me costó irme. Es una iglesia pequeña nada majestuosa, pero inmensamente bella.

Otra atracción es el Castello Gallio, que era parte de la defensa de la ciudad. Tiene una posición prominente sobre el lago y mira hacia la ciudad de Como, desde donde venían los invasores. Se construyó en el año 1586, por orden del cardenal Tolomeo Gallio, con cuatro torres angulares, como era la tradición en los castillos de defensa.

Había una visita dirigida por jóvenes vestidos de época, que nos guiaron a través de los jardines y luego al interior.
Y no podía faltar el aperitivo, que se sirvió en uno de los salones.  Quesos, fiambres locales, verduras y panes, todo buenísimo. El vino era de una bodega local, Ca del Mot, de la cantina Angelinetta, tinto de las tierras Larianas. Estaba todo el pueblo y los de los alrededores y por supuesto casi todos se conocían.

Es muy curiosa la diferencia de trato entre las personas del norte y las del sur. Las primeras son más distantes, menos demostrativas, hasta parecer frías. Ejercitan el arte de la diplomacia y con frecuencia son muy gentiles y elegantes a la hora de decir que “no” o al cambiar una decisión.

Los días transcurridos en Gravedona fueron tranquilos y descansados. Mal no me vino por todo el trajín que traía viajando desde Paris. Aquí la mayor ocupación, por suerte, es en las mañanas tomar café frente al lago, hacer las compras para la comida, luego almorzar, dar alguna vuelta y buscar donde tomar el mejor aperitivo.

El domingo fuimos hasta Tremezzo a almorzar al restaurante frente al lago Red and White, en Vía Portici Sampietro 18, desde donde se ve Bellagio en la orilla opuesta. Comimos brusquetas y luego un plato de spaghetti con frutos de mar, que era enorme y riquísimo, vino blanco, de postre tiramisú y café.

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En la mesa de al lado había unos alemanes que tomaban cerveza y se reían viéndonos comer con los baberos que nos habían puesto. Menos mal, porque yo termino siempre con alguna mancha.
De regreso pasamos por Menaggio y para variar se encontraron con un amigo que había remodelado su bar, que era precioso. Nos obsequió con té que elegimos cada una, queda en Vía Camozzi 12 por si vienen.
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También fuimos a Dongo lugar donde fue detenido y fusilado Mussolini, a Gaia Bistró, en la Piazza Matteri 21, a la hora del aperitivo. Muy lindo y moderno el local y el aperitivo muy bien servido que es casi una cena. Me hicieron probar la “pinsa” una variante de pizza, con un salame local. El menú nada caro.

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Fuimos a Morbegno, ciudad a la que nunca ha ido y que queda a 27 kilómetros de Gravedona, en la montaña. Tiene un casco antiguo con una iglesia enorme. Uno se pregunta cómo es posible que siendo el pueblo tan pequeño tenga semejante construcción. Y no es la única. La zona  nueva es bastante grande.
La última noche fuimos a cenar al restaurante y Pizzería Al Ponte, en Vía Regina Ponente 118, ¡Los platos eran enormes!
Tomamos vino tinto y de entrada probé las “sciatt della valtellina” que son unas croquetas chiquitas de un queso de montaña, sobre una fondue de queso parmigiano, y luego pizzocheri, una pasta ancha y algo gruesa hecha con harina de trigo sarraceno que se cocina con papas y acelga y queso parmigiano (me gusta mucho), los dos platos bastante pesados.
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Vino a saludar el dueño, que obviamente era conocido. Allí me enteré que el hijo (re buen mozo) estaba actuando en la casa de Gran Hermano.

El día iba a Firenze me acompañaron a tomar el tren Cólico-Milano. Me llamó la atención que pasaran dos policías observando a los pasajeros, también que el guarda del tren hablaba perfectamente inglés.
Ya ven que siempre aun volviendo a los mismos lugares hay cosas para disfrutar. Gravedona, será hasta pronto.