CHIAVENNA – Lombardía

Estando en Gravedona (había venido desde Milán) fuimos con mis primas almorzar a Chiavenna, que queda a 37 km.  y es la última ciudad italiana antes de la frontera con Suiza.
Debe el nombre a su particular ubicación, ya que deriva de la palabra «chiave delle valli» (llave de los valles). Es una ciudad hermosa y elegante (no deja de asombrarme lo bien que visten). Está muy cerca de San Moritz.
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La ciudad es de época romana. Todavía se puede ver la Caurga (profunda cantera de piedra blanco grisáceo de esa época) luego convertida en valle defensivo entre las dos colinas.

Las primeras «contradas» (barrios): la del Mezzo y la Montano, nos dan una idea del funcionamiento de la ciudad. En la primera se nota el carácter mercantilista y comercial, mientras que en la otra se encuentran las residencias burguesas y señoriales. Tiene varias plazas: Verdi, Pestalozzi (con el palacio del mismo nombre), Piazza San Pietro y Piazza Castello, con el palacio de los condes Balbiani, construido en el año 1477.
La Vía Dolzino es la calle principal del centro histórico. Llamada «Il salotto» (el living), allí discurre la vida social de la ciudad.

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Las familias ricas se hicieron construir hermosos palacios con bellos balconcitos y portales adornados con escudos.

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Interesante para ver es el panorama desde el puente San Giovanni, sobre el rio Mera. La edificación que bordea las márgenes del río fue hecha sobre las antiguas murallas de la ciudad medieval y parte de ella se sustituyó en el año 1500 para las nuevas construcciones.

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Por la Vía Cándida Lena Perpenti hasta la «Cort di ásen» (Corte de los asnos) podemos ver un ambiente cerrado que conserva intacta la imagen medieval.

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Cruzando el puente San Giovanni se encuentra el barrio de Santa Rosalía, que lleva ese nombre por la pequeña iglesia que fue construida alrededor del año 1500 por unos inmigrantes de Palermo que tenían con ellos las reliquias de la santa (cosa de tanos). Es muy particular y me pareció más un teatro que una iglesia, llena de luces de colores. Unas señoras que vieron mi curiosidad y escucharon mi acento (me causa gracia, ser extranjera en mi propia tierra) se ofrecieron a mostrarnos el interior de algunas casas típicas llamadas «stua». Se llega al barrio a través de pequeñas y estrechas callecitas.

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Visitamos unos «crotti «, que son cavidades naturales típicas del Lago di Como y Valtellina. Dentro de ellos corre un viento frío, el «Sorel», que hace que la temperatura interior se mantenga siempre en 8 grados.
Aquí se estacionan los fiambres y quesos de la zona y a la vez son cantinas donde se puede comer. Hay dos cantinas famosas: el Protagiano y Poiatengo.

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Era hora de la cita obligada al restaurante El Cenacolo, sobre el río Mera. Se come comida local que, si bien es parecida a la de los pueblos vecinos, siempre se diferencia en algún ingrediente o en la forma de prepararlo.
Mientras esperábamos la comida nos trajeron una tabla con algunos fiambres locales. Uno de ellos era un salamín envuelto en manteca que se llama “duja”, spek y quesos. De entrada, unos fideos hechos a mano algo toscos, condimentados con manteca, queso y algunas hierbas. El segundo, un plato típico: carne de cerdo cortada en trozos, cocida en una cacerola de piedra (extraída de la Caurga) y luego horneada, con papas. De postre una degustación de chocolates, café y licor. Todo re rico.

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No podíamos dejar de ir hasta el complejo monumental de San Lorenzo, formado por la iglesia románica, del siglo V y nombrada basilica en el año 1098. La pila bautismal, de estilo románico, esculpida en un solo bloque de piedra con bajos relieves es del año 1056. El claustro precioso de forma rectangular, con fondo de los Alpes, y el campanario en una de las esquinas es del año 1597. Chiavenna (Sondrio, Lombardy, Italy): cloister of the historic collegiata of San Lorenzo

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Por una de las estrechas calles llegamos a una plaza de piedra llena de gente, donde pudimos sentarnos y tomar unos deliciosos café crema.

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Había una fiesta especial para niños. Habían venido muchos de los alrededores, bandas de tambores, grupos de música, conjuntos de guitarras (re chicos algunos), saltimbanqui, payasos, equilibristas. Algunos grupos con trajes típicos. Todo muy bien organizado, con carpas de la cruz roja, los bomberos y la policía.

Obviamente antes de volvernos nos recomendaron un bar para tomar un aperitivo que nos sirvió de cena.

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Estos lugares no muy conocidos a nivel masivo son dignos de recorrer sin necesidad de un mapa. Perderse en ellos es lo mejor que puede suceder, porque siempre van a encontrar el lugar donde llegaron.

La aventura del descubrimiento es lo más interesante de un viaje.