En Poggio Nebbia, donde estaba parando, amaneció un día esplendido.
Después del desayuno iría a Tarquinia, que queda a 14 km, por autopista.
Como siempre el tema es el estacionamiento. Conseguí uno gratis, de los que hay pocos, justo antes de la puerta que se llama Barriera di San Giusto, que fue construida a fines del año 1800 y con la re estructuración del año 1914 se le construyó un hermoso Belvedere que mira al mar. Allí, al comienzo de la Vía Vittorio Emanuele, hay una oficina de informes. Pidan un plano de la ciudad, así si se pierden sabrán donde están, jaja.
Tarquinia era el centro de la Etruria Meridional, y cuna del arte etrusco. Hablamos de los siglos VII y VI a C.
Siendo etrusca, estuvo en guerra con los romanos que la sometieron, luego las invasiones germanas y las incursiones de los musulmanes que diezmaron a la población y la economía.
En el año 1004 tomó el nombre de «Corneto», debido al nombre de una Rocca (Castillo o fortaleza) llamada Cornietum.
Durante el año 1484 hubo una fuerte inmigración de pobladores albaneses que huían de la opresión otomana. La contrada o barrio donde habitaron se lo llamo “zingherería” seguramente de allí deriva el origen de los gitanos en Italia a los que se los llama zingari.
Es una ciudad preciosa, rodeada de murallas medievales y de numerosas torres. Siendo medieval sus calles no son demasiado angostas, es la ciudad ideal para perderse porque hay rincones preciosos y siempre alguna placita con una torre, palacio o alguna iglesia y también algún bar o restaurante.
Pasando la Barriera di San Giusto y frente a la Piazza Cavour se encuentra el Palazzo Vitelleschi construido en el año 1436 y terminado alrededor del año 1480 en un hermoso estilo renacimiento, tiene un bello claustro. Ahora es el Museo Nazionale Tarquiniense, dedicado al arte y civilización etrusca. Se encuentra en el corazón del centro histórico.
Recorriendo la Vía Vittorio Emanuele llena de negocios y algunos bares al paso, se llega a la Piazza Matteotti , a la iglesia del Suffragio, y a Piazza Trento e Trieste. En la plaza hay una hermosa fuente con un obelisco. Sobre un lado el Palacio Municipal y la iglesia de San Leonardo enfrente, de estilo barroco del año 1746. Pareciera que aquí está todo. Pero no, ya verán lo que encontraremos.
El Palacio Municipal (se lo puede visitar), construido en el Siglo XIII sobre la traza de la antigua muralla. De estilo románico que se asoma al gótico. Tiene un gran arco ojival que comunica la plaza con la posterior Vía San Pancrazio. La escalera del frente es del siglo XIV. La primera sala tiene hermosos frescos.
En Vía Cavallotti peatonal, hay algunos barcitos, restaurantes y puestos de verduras y frutas, muy simpáticos porque todo transcurre como en el patio de una casa. Tomé un café y una masa, en una mesita en la calle viendo a los vecinos pararse a charlar y comprar frutas en el negocio enfrente.
En Vía Cavallotti peatonal, hay algunos barcitos, restaurantes y puestos de verduras y frutas, muy simpáticos porque todo transcurre como en el patio de una casa. Tomé un café y una masa, en una mesita en la calle viendo a los vecinos pararse a charlar y comprar frutas en el negocio enfrente.
Detrás del Palacio Municipal por la Vía San Pancrazio y Vía degli Archi fui hasta la Piazza San Martino. Plaza seca con bancos y macetones con flores. Muy linda la edificación que la rodea, en el frente de una de las casas se puede ver una meridiana. En un costado de la plaza se encuentra la iglesia de estilo románico de San Martino del Siglo XI, una de las más antiguas. Casi enfrente una alta y fuerte torre que pareciera querer protegerla.
Desde Vía delle Torri o por el Vícolo del Forno se llega a la Piazza Verdi. Los nombres de las calles suelen indicar alguna profesión o actividad, en el cruce de estas dos calles está la pequeña plaza Verdi y una panadería, «forno», de donde salía un aroma tentador. Era hora de almorzar, así que compré dos trozos de pizza: una de papas (me encanta) y la otra de parmigiano. Me senté a saborear mi almuerzo. La plaza no tenía ni un árbol. Son plazas secas, que solo tienen unos macetones con flores y el silencio de la hora del almuerzo. Maravilloso.
A mis espaldas en uno de los lados de la plaza la Torre Draghi del siglo XI, y en el fondo de la calle tenía a la vista la Torre Barucci con las características almenas.
En la Piazza Santo Stefano además de la Torre Barucci hay un Lavatoio (lavadero) que se construyó en el año 1902 con un proyecto de saneamiento urbano. Este es el único que quedo.
La ciudad está muy bien señalizada, es fácil seguir los carteles y así no nos perderemos nada interesante.
Llegué hasta el Duomo, iglesia de Santa María e Margherita. Su aspecto actual es debido a que en el año 1643 un incendio la destruyó. Fue reconstruida y restaurada nuevamente en el siglo XIX en estilo neoclásico, en su costado izquierdo está el campanario. No pude entrar porque estaba cerrada.
Tarquinia contaba con unas cuarenta torres, muchas habitadas por las familias ricas de la región. En la actualidad quedan dieciocho, algunas en mejor estado que otras, pero todas son imponentes. El casco antiguo es donde se encuentran casi todas.
La verdad es que me encantó y me daba pena irme, porque podía seguir deambulando, y saber algo más de los secretos de los símbolos que aparecen en algunos edificios, de sus leyendas y misterios que solo hablando con los lugareños se conocen.
Pero aún me quedaba por ver la Necrópolis y tenía que ir en auto.
Se la puede recorrer en un día, disfrutando un buen almuerzo y varias paradas para helado, café y aperitivo. Es lo que hice antes de buscar el auto, me senté en el Belvedere con un helado de la heladería Gambella.
Bordeando exteriormente la muralla se llega a la Necrópolis de Monterozzi. Está muy cerca pero no tanto para ir a pie. En la entrada conocí a tres personas Maddalena, Angela y Costantino con las que compartí parte de la visita a las tumbas.
Por suerte la capacidad de asombro es algo que nos acompaña a lo largo de nuestras vidas.
Esta necrópolis fue descubierta alrededor del año 1800, después que fuera saqueada por los violadores de tumbas. En el sitio se hallaron más de 6000 tumbas excavadas en la roca. El área se extiende por unos 3 km.
Es famosa por el conjunto de pinturas más grande que se haya descubierto. El famoso arqueólogo experto en estudios etruscos M. Pallotino, define a estas pinturas, como el «primer capítulo de la pintura italiana».
Al ingresar al parque lo primero que vemos es un grupo de urnas funerarias.
Las tumbas se hallan a unos tres metros bajo tierra y se accede a ellas por unas escaleras.
A través de los frescos policromos se puede conocer algo de la vida cotidiana y del culto a los muertos, ya que no hay nada escrito de esa época. Además de ser la única fuente que se tiene de la pintura griega desaparecida, que ha llegado hasta nosotros.
En este momento se pueden visitar 21 de ellas, de las cuales algunos frescos son realmente magníficos.
Todas son sorprendentes. Recuerdo la Tomba delle Leonesse, la decoración además de las dos leonas, presenta pájaros que vuelan y delfines que saltan alrededor de escenas diarias de la aristocracia etrusca.
La Tomba della Caccia e della Pesca, Tomba dei Bacanti. La Tomba dei Leopardi es hermosa. Allí había una pareja de americanos que estaban fascinados y asombrados y como yo no podían dejar de mirar tal hermosura.
El recorrido dentro del parque arqueológico fue cansador por lo extenso y la cantidad de escalera que subir y bajar, ademá del calor, pero la recompensa de lo que ví supero con creces todo eso. La civilización etrusca abarcó gran parte de la Toscana y del Lazio,
A solo 10 km está el Lido di Tarquinia, (así llaman los italianos a los lugares de playa) el mar espléndido, no había nadie, tomé algo fresco y me quedé un buen rato descansando el cuerpo y cansando los ojos.
Esa noche la Sra. Ana, dueña del BB me había reservado parte de lo que habían preparado para ellos, ya que yo le había comentado que me encantaban los porotos. Habían hecho un guiso con algo que acá no se conoce se llama «codica di maiale” es el cuero del cerdo curado, porotos borlotti, cebolla y tomates. De manera que primero me sirvieron el guiso y luego cerdo envuelto en lardo, cocido con vino tinto, aceto balsámico, y cebollas. De postre, frutillas. Estaba todo absolutamente delicioso.
Mañana dejo este hermoso lugar, cuyo nombre está muy bien puesto, ya que quiere decir Colina de Niebla. Iré a Velletri que queda desde aquí a 129 km y se demora 2 horas.
Creo que volveré si Dios quiere porque es un remanso para el cuerpo y la mente.