Año 2025 abril
Llegue a Renello desde Ravenna que queda a 193 km. En el viaje pasé por Lucignano, hermoso pueblo donde se conserva un relicario de unos dos metros de alto, llamado el árbol de la vida o árbol de oro.
Elegí este lugar alejado de las ciudades por recomendación de una amiga italiana. Esta antigua casona de campo típica de la Toscana en la localidad de Petroio, inmersa en el hermoso Val D’Orcia está ubicada sobre una colina cubierta de olivos, con un muy buen restaurante que nos asegura una magnífica estadía. Los cuartos conservan ese aire de campo, pero con todas las comodidades.


Aquí me quedaré 4 días, tiene estacionamiento y mi idea era quedarme a gozar del entorno, pero…
Deje que mis ojos descansaran con la hermosa vista a esas colinas y esperando la cena, ¿que otra cosa podía hacer más que tomarme un aperitivo en la terraza que da a mi cuarto?

Tenían preparada mi mesa mirando a la gran terraza. Esa noche era la única huésped.

Como me quedaba varios días pedí una botella de vino Rosso di Montalcino, que resultó buenísimo. El precio 48.- € y la cosecha año 2019, no podía no serlo. El nombre me encantó “Sogni di Follia” (sueños de locura). La entrada una Tabla de fiambres, quesos locales y miel. Luego Taglatelle al ragú di capriolo, postre Cantuccini con vin santo. Y a dormir ya que el día había sido largo.




El desayuno bufet muy rico y a la carta. Después de desayunar, charlando con el dueño, el señor Giacomo, me recomendó ir a Montepulciano a un “caseificio”. Me mostró la propiedad y la historia del lugar y su pasión por los veleros y botes, que tiene algunos en un garaje.

Por supuesto fui hasta la fábrica de quesos“Cugusi” que es el nombre de la familia que los produce. Compre varios quesos, un pecorino muy particular para llevar a mi sobrina de Roma, además de un fiambre y algunos para mí. Mi almuerzo fue una focaccia que hacen ellos con burrata, tomates secos y jamón local. Me senté en el parque con una vista soñada a Montepulciano a degustar ese sándwich delicioso.


De regreso que otra cosa podía hacer sino tomar un aperitivo en la terraza esperando la cena. Ese día algunos huéspedes habían ido a buscar tartufo, con perros expertos. Los que encontraron fueron usados en la cena.
El comedor decorado para la noche estaba muy lindo. Primero, Huevo poche sobre un puré de arvejas y ralladura de tartufo. Luego Tagliolini con crema de tartufo, de postre Volcán de chocolate.




Otro día en este paraíso. Desayune tarde y pase la mañana recorriendo la propiedad y gozando del bello paisaje, haciendo lo que los italianos hacen muy bien”, “il dolce far niente”.

Almorcé en el jardín, focaccia, queso y fiambre que había comprado el día anterior, una copa de vino y luego café.


Y a esperar la cena. De entrada, un Tortino de alcauciles con crema de queso taleggio. Tagliolini con dos tipos de salsas, una cacio e pepe y la otra (no recuerdo el nombre) con verduras, legumbres y pan tostado, Bracciole de cerdo con papas al horno y verduras salteadas, de postre Panna cotta con frutos rojos. Un poco de aire fresco desde la terraza y a dormir.




Hoy es mi último día aquí, decidí moverme a pesar de la rodilla, para ir a la Abadía de Sant Antimo. Ya conocía el lugar, pero es tan magnifica la construcción como el paisaje que es un placer para los sentidos.
Por recomendación del Sr Giacomo (dueño del hotel) pase por Montefollonico. Pueblo medieval como tantos otros que parecen todos iguales, pero les aseguro que no lo son.


De camino pase por los “Cipressini”, que siempre son una belleza. Luego seguí para la abadía, es un recorrido de 50’ yo tarde 1,30, porque pare a sacar fotos. Ese tramo de la La Val D’Orcia entre Pienza, Bagno Vignoni hasta Montalcino es de una belleza sin igual.


Para no perder la costumbre en el cruce de Montalcino me equivoqué de salida y fui hasta Tavernelle. Me di cuenta que allí no era🤣, volví hasta Montalcino y que creen? Me volví a equivocar y lo peor fue que entre al casco histórico, donde me hicieron una multa ya que es zona de tráfico limitado. Después de varias preguntas pude salir y de allí, estaba a tan solos unos 7 kms. Ya me darán la razón si van a Montalcino y se encuentran con ese acceso y cruce con indicaciones que solo los italianos comprenden.
Por fin llegué a las 14,30, la localidad es Castelnuovo Del ’Abate.

Almorcé en la Locanda Sant Antimo, donde unos años antes lo había hecho con Eleonora. Esta zona es famosa por la Ribollita, especie de minestrón, y un plato de porotos con salsa. El dueño se acordaba de nosotras y me obsequio el café y una porción de Torta della nonna. La vista desde la terraza al valle y la abadía bien vale el viaje.


El regreso ya fue un paseo por otra ruta, en el hotel me dijeron que a dos km se hallaba un antiguo monasterio del año 1517, S.Anna in Camprena que valía la pena pasara. Ya les decía que Italia es infinita, no alcanza el tiempo. Ahora hay un hotel de lujo.



Llegue al atardecer de un día hermoso, un poco de relax y luego al asunto mas serio del momento. La cena. Por ser mi ultimo día la comida muy rica. Paté con tostadas, Ternera a las brasas con queso, tomates y rúcula, Tortelloni de zapallo con crema de azafrán y semillas molidas. Postre Tiramisu.




Los italianos y la comida son un conjunto inseparable, muy antiguo, al que se le presta mucha atención y cuidado ya que forma parte de su historia y modo de vida. Por eso compiten las fotos de la comida con los paisajes. Jajaa.
Me encantó este lugar, su chef Andrea, sus padres y todo el personal fueron muy gentiles. Si piensan en la paz y tranquilidad de la Toscana esto es perfecto.
¡De aquí rumbo a Roma mi última etapa, arrivederci a presto!
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