No conocía esta ciudad que queda cerca de la frontera con Suiza. Mis primas y yo veníamos desde Gravedona en el Lago di Como que queda a 176 km. El viaje muy lindo, a pesar del tiempo lluvioso.
Nuestra anfitriona nos esperaba para el aperitivo, que es sagrado. El bar se llama Acosta y la camarera era argentina, me pareció algo curioso.
No los voy a aburrir con el menú, pero parecía una cena. Las bebidas: dos Prosecco y dos Campari.
Cuando pagamos no lo podía creer: éramos cuatro y pagamos 14€. Eran las 20,30 y la dueña de casa nos dijo que había reservado para cenar en otro restaurante. A mí me gusta comer, lástima que no me lo dijeran antes; pero qué iba a hacer, haría un esfuerzo.
Para llegar al restaurante caminamos unas cuadras (demasiado pocas para todo lo que comimos y tomamos).
El restaurante, Vechiabiglia, Piazza del Orso 22, en una antigua construcción medieval restaurada muy sugestiva. Sobria y moderna tanto en la decoración como en la vajilla.
El menú: cocina local aggiornata. Antipasto, paté, y morrones rellenos a la bagna cauda, muy sabrosos; después un plato típico de este valle: «paniscia» o risotto a la Vercellese, arroz con salchichas de cerdo y porotos, delicioso. Por supuesto vino, que para hacernos el honor eligió un vino muy bueno y famoso, nada menos que Tignanello. Café.
El desayuno del hotel, Albergo Biglia en la Piazza dell’Orso 22, una mezcla entre lo continental y suizo. Fiambres, quesos, frutas, cereales, yogur, panes varios y el infaltable cappuccino.
Ya se habrán dado cuenta cuán importante es para los italianos la comida y todo lo que hace a ella. Es por eso que algunas visitas son casi exclusivamente gastronómicas, pero conociendo la tradición culinaria podemos conocer mejor a sus pueblos.
Todavía no había visto nada de esta ciudad y al hacer un recorrido por las tranquilas calles uno cree que ya estuvo aquí. ¡Las ciudades de origen romano y medieval son todas parecidas! En el centro histórico está la plaza del Mercado, rodeada de casas señoriales, con balcones, galerías y columnas construidas en el siglo XV y XVI, muy particulares en la decoración y la construcción. Frente a la plaza se halla el antiguo Palacio del Príncipe-Obispo con la torre. Un poco más lejos se encuentra el Teatro Galletti.
La torre del Palacio Obispo domina la Vía Briona, una de las más importantes de este burgo. Por esta vía llegaba el comercio que se realizaba a través de los pasos de los Alpes. En el corazón del barrio hay una plaza muy linda y colorida, Piazza Fontana, que tiene una fuente octogonal y un obelisco. Me encantó esta plaza, sus bares, las mesas en la vereda y el aroma del café.
Parece increíble que en un lugar tan pequeño haya tantos palacios: el Mellerico, construido en el año 1818 por el gran canciller del Reino de Piemonte y Cerdeña; el palacio de San Franceso; el Palacio Silva declarado monumento nacional construido en el año 1519 (está en la plaza Chiossi).
Aquí nos quedamos dos noches, haciendo sociales y visitando los alrededores, fuimos a Santa Maria Maggiore in Val Vigezzo. Estos pueblos preciosos quedan en el límite con Suiza.