Terminado el aperitivo y el «dolce far niente», en el hotel Piccola Marina de Capri, qué menos podía hacer que subir hasta Anacapri.
Se puede ir en taxi o en bus. El bus es toda una experiencia, pero les aconsejo que se agarren bien porque la ruta es de cortar el aliento (además de cómo manejan). Fui hasta la parada cerca del hotel y pude viajar sentada.
Hasta el año 1877 no había camino para llegar, solo era por mar hasta el puerto y luego por la Scala Fenicia ¡de tan solo 777 escalones!
La «entrada» a Anacapri es llamada la Porta della Diferenza, debido a la enemistad que había entre Capri y Anacapri. Pasando esa entrada, en lo que fueron los jardines de Tiberio, Axel Muntthe médico sueco que vivió en Anacapri, se construyó la maravillosa Villa San Michele. Vale la pena hacerle una visita y prestar atención, ya que tal vez encontremos alguno de los duendes que Axel Munth decía que habitaban el lugar.
Anacapri se encuentra en la falda del monte Solaro de 586 metros de altura sobre el nivel del mar, es la altura máxima de la isla y se puede subir hasta la cima con una aerosilla desde la Piazza Vittoria. Desde allí se ve toda la isla, y la vista es maravillosa y sorprendente.
Cuando bajé, recorrí el centro de Anacapri. Callecitas angostas y casas blancas llenas de flores.
Aquí da gusto recorrer la ciudad, ya que no está tan llena de gente. La tranquilidad reina en todos lados y es un placer sentarse en un bar y disfrutar del entorno. También hay negocios elegantes y de renombre.
La Piazza Diaz, está rodeada de asientos de cerámicas con dibujos napolitanos que le hacen marco a la iglesia barroca de Santa Sofia. El interior es todo blanco y sumamente delicado.
Hay una casa muy particular e insólita llamada Casa Rossa, construída a un costado de una torre medieval por el general Jhan MacKowen, oriundo de Nueva Orleans, donde vivió con una anacaprese, Mariuccia Cimino. La casa es de color rojo pompeyano, y de arquitectura ecléctica. Tiene una inscripción de bienvenida que dice. “Salve ciudadano del país del ocio”. Me encantó.
Algo digno de verse en la Piazza San Nicola, es la iglesia de San Michele, construida en el año 1719. Tiene un hermoso piso de cerámica que reproduce el Jardín del Edén, realizado en el año 1761.
Fue hecho para ser visto desde el coro al que se accede por una escalera y se puede admirar en su totalidad la exquisita obra. Es un trabajo estupendo y dicen que las miradas de los animales tienen expresión humana y que siempre parece que nos estuvieran mirando.
En Anacapri la fusión entre la ciudad vieja y la nueva se da de una manera casi inadvertida y armoniosa. Las Villas tienen maravillosos, verdes, floridos y perfumados jardines.
Después de esta inmersión en la quietud y belleza, contribuye que estamos en temporada baja y que hay poca gente dando vueltas.
De regreso a Capri, viaje parada y viví la experiencia de tener que agarrarme con «uñas y dientes», pero igual lo disfruté.