El viaje desde Cervinia hasta Aosta discurre por el precioso valle de Val D’Aosta. Ya había muchos árboles en flor y hermosas magnolias florecidas. Se pasa por varios castillos famosos como el de Fénix, Forte di Bard y otros. La distancia son 55 km y se tarda una hora.
Es una zona digna de conocerse no solo para esquiar, sino que en verano se pone todo verde y lleno de flores. Es un paisaje encantador (¡y la comida es riquísima!).
En Aosta me esperaba la dueña del alojamiento Air B&B. Quedaba en la zona peatonal así que fuimos caminando hasta la casa. Eran más de diez cuadras (yo con la valija que por suerte no es grande y pesa solo 16 k, pero hay que llevarlos). Cuando llegamos me entero que había que subir 4 pisos por escalera, casi me infarto. En el hall le digo: la dejo acá y la subo luego (ella no amagó a ayudarme), y me dice, «mi auto está acá afuera si quieres la dejamos en el baúl». Al fin subí la valija sin ayuda. El departamento chico pero muy lindo, con una vista espectacular a las montañas nevadas. Allí también me enteré que ella vivía en el departamento y que además había un solo baño, que debíamos compartir. Por suerte todo muy limpio ella muy discreta y la verdad que no tuve ningún problema (salvo las escaleras). Esto que les cuento es para que lean, pregunten y repregunten para no tener sorpresas.
Dejé mis cosas y salí a recorrer la ciudad. Como todas por las que pasaron los romanos, tiene restos de ellos en todos los rincones. ¡Grandes estos Romanos!
En la intersección de las calles Vía Croce di Citta y Vía di Tillier, hay un monumento conmemorativo que recuerda la caza a los luteranos de Aosta en el siglo XVI.
Llegué a la plaza E.Chanoux, muy grande y rectangular. Todo un lado de la plaza es un edificio monumental: Hotel de la Ville, donde funciona el municipio, además de algunos cafés y negocios.
Por supuesto paré a tomar un macchiato y unas «bugie», que es una masa fina cortada de distintas maneras, frita y pasada por azúcar. Mi recomendación es: prueben todo lo que no conozcan. Así se hace cultura.
Seguí por la calle Vía Porta Praetoria, obviamente de la época romana, hasta el arco de Augusto construido en el año 25 a C y el puente romano perfectamente conservado, de seis metros de largos, con un arco único construido a finales del siglo I a C.
Anduve por el centro viejo hasta la Collegiata de Sant ‘ Orso, iglesia de estilo románico lombardo del siglo X, adyacente a ella un claustro del año 1200, bastante bien conservado, con doble fila de columnas, un campanario medieval, otra iglesia de estilo románico, una iglesia paleocristiana, un tilo (árbol) de 470 años, que por suerte a su alrededor había un banco para sentarse y así poder asimilar tanta belleza y años de historia en tan poco espacio.
Pasé por el anfiteatro romano y para reponerme de tanta cultura me senté a tomar un aperitivo en un bar muy simpático. Me sorprenden siempre con la variada oferta, este traía unos pequeños sándwiches riquísimos . Además, más barato que nunca: 3€.
Ya repuesta seguí por una calle llena de negocios de firmas conocidas. La gente local viste muy bien, come aún mejor y se la ve muy relajada. A todo esto, se hicieron las 20, así que decidí buscar un lugar para cenar. Camino a casa en vía Croce di Citta entre al restaurante «Aldente». Un buen comienzo es un buen vino local, Russiz Superiore Cabernet Franc, una tabla con quesos y fiambres de la zona con una curiosidad: morcilla con remolacha, ¿raro no? Después un plato «Carbonada de polenta con sugo di cinghiale», plato típico de polenta con ragú de cerdo, riquísimo. Para compensar no comí postre. Por suerte estaba a dos cuadras.
Después de mi cappuccino matutino, fui hasta la catedral. Es de estilo románico, el frente se reformó en estilo neoclásico, tiene un pórtico precioso con la última cena en alto relieve y por supuesto todo el frente cubierto de frescos. El crucifijo central de madera fue realizado en el año 1397. El interior no condice con el exterior, es debido a las modificaciones que fue sufriendo.
Frente a Aosta hay un pequeño pueblo, Pila, al que se llega subiendo con una cabina para esquiadores. La tomé, tarda unos 7 minutos. Desde la cima la vista de Aosta y la cadena de montañas son estupendas. Volví enseguida ya que no había nada para peatones.
Perdiéndome en las calles cerca del B&B, en un pasaje estrecho que se abre a una pequeña explanada, me encontré de frente una iglesia medieval con un frente precioso, frescos sobre la puerta, alero de madera cassetonado y un interior barroco hermoso. Pensé que me merecía una buena despedida de este lugar.
Me cambié y fui a tomar un aperitivo al hotel donde nos habíamos alojado unos años atrás. Hotel Europa, restaurado con un agradable lugar para un aperitivo muy fashion.
Estuve un buen rato. Regresé despacio al B&B por callecitas por las que nunca había pasado. Al día siguiente me iba a Annecy, en Francia. Estaba muy ansiosa por cruzar el túnel que atraviesa el Monte Blanco de 16 km de largo.