Desde Corvara vine a Brunico que queda a 36 km. El camino serpentea siguiendo el curso del río Gadera dentro de un cañadón precioso. La velocidad en la mayor parte es 90. Hay unos 4200 metros de túneles.
Su nombre viene de su fundador el príncipe obispo Bruno von Kirchberg, en el año 1256 mando edificar la muralla de protección.
Fue muy fácil llegar al centro, muy buenas las indicaciones sobre todo para los estacionamientos, que son subterráneos.
La calle M. Pracher, (cambia de nombre a Dante) que bordea el casco antiguo es ancha con veredas también muy amplias, con bares, restaurantes y muy lindos hoteles.
Vale la pena el paseo hasta las iglesias cruzando el rio. Estaban todas abiertas y muy cerca unas de otras y todas distintas. La del Santo Spirito construida en el siglo XIV y renovada en estilo barroco. Me llamo la atención, en su interior una urna para la limosna, seguramente medieval sujeta a la pared con una cincha de metal y un candado, las vi en otras iglesias muy antiguas.
Cruzando la calle se encuentra la iglesia de los Cappuccini, de estilo gótico, de color amarillo pálido, de líneas muy simples y un lindo campanario.
Era domingo y muchas personas estaban vestidas con los trajes típicos.
El casco antiguo de origen medieval es muy chico, tiene una calle central, Vía Centrale, a la que se accede por varias puertas donde deben haber estado las murallas del siglo XIV, ahora hay casas, algo que pasa también en Bolzano.
Es un placer mirar para arriba, los edificios preciosos. No tiene más de cuatro pisos.
Sorprende al peatón, con su sonido cautivador un edificio hermoso, todo blanco con un carrillón en el último piso y en las ventanas siete campanas de cerámica blanca en cada una.
Algunos bares con mesas en la calle, si bien casi no hay gente caminando.
Al fin de la calle saliendo por la puerta de Santa Úrsula se encuentra la iglesia de las Orsoline del siglo XV en estilo gótico, el interior es muy simple y despojado, como haciendo honor a la orden monástica. Tiene una hermosa torre con un reloj.
Los domingos esta todo cerrado, abierto había un restaurante chino, jajá. Al lado del río Rienza había un bar, y en el medio de el un señor pescando. Me senté afuera y tome un café muy rico. Pregunte si había algún restaurante abierto, me indicaron uno no muy lejos.
Cervecería Rienzbrau, en Vía Stegona 8. Estaba lleno. Algo que me llamo la atención fue ver una mesa de 14 personas y en la cabecera un muchacho joven negro. Los platos eran una cosa exagerada. Yo pensaba, es como una afrenta para uno que viene de países que se mueren de hambre.
Deliciosa la comida, canederli con salsa y una copa de vino Cabernet Franc. Menos mal que no pedí otro plato porque eran enormes, además el pan de varios tipos, que los comí todos.
No subí hasta el castillo del Obispo del Siglo XIII, porque estaba cansada, pero tendré que volver porque esta es otra ciudad preciosa con mucho encanto.
Fui a buscar el auto pensando me va a salir más caro el estacionamiento que la comida. Pero oh sorpresa, solo E 2,40, lo más barato en todo este tiempo.
Volviendo desde la ruta se ve una iglesia sola en el medio de un gran campo de cultivo, quedaba de mi mano, así que doble y fui a verla. La capillita barroca de color rosado y dorado con el techo totalmente cubierto de frescos, y un crucifijo del siglo XVII, una hermosura, dedicada a San Lorenzo di Sebato.
Cuando me estaba yendo veo a una señora muy mayor que venía caminando con una bicicleta, le pregunte si le podía tomar una foto, y conversando me dijo que tenía 92 años que siempre había vivido en el pueblo, que era maestra y que esa bicicleta la usaba en este momento para ayudarse a caminar y a llevar lo que compraba.
Me quede maravillada, de lo lúcida y lo bien que estaba.
Entré de nuevo a la capilla y le agradecí al Señor que pudiera estar disfrutando de este viaje y de los encuentros y sorpresas que me deparaba.
De regreso pase por San Martino in Val Badia, donde en el Castello di Tor hay un museo «Ladino» pueblo originario de la zona de la Alta Badia y Trentino. Comunidades que conservan sus costumbres y su lengua, ahora reconocida oficialmente. Hoy domingo se visten con los trajes tradicionales.
El museo dinámico, interesante y muy didáctico, ya que el castillo fue recreado como se usó desde tiempos inmemoriales, primero fue torre de defensa, luego de habitación y granero.
Me sigue maravillando la creatividad de este pueblo.
Volví a Corvara, me cambie y fui a tomar un aperitivo al bar Salvan, en Strada La Sieia 20, a la salida del pueblo, más barato que nunca un Apperol 3,50 E.
Mañana voy a Cortina D’Ampezzo. Esta localidad también me gustó mucho, aún fuera de temporada.