Estando en Aosta fui a Cogne, que se encuentra en el parque Nacional Gran Paradiso, a cuyo nombre le hace honor. Queda a unos 27 km, y de Turín a 140 km. La ruta para variar son solo curvas, pero hermoso el recorrido a lo largo del torrente Gran Eyvia, que parecía que además de agua arrastraba enormes bloques de piedra.
Es un pueblo delicioso de 1400 habitantes que se encuentra a 1534 metros de altura sobre el nivel del mar, hermosos bosques de pinos, una pradera y el marco de fondo el majestuoso macizo del Gran Paradiso.
Cogne se encuentra dentro del parque Nacional del Gran Paradiso, el más antiguo de Italia. Fue una donación hecha al estado italiano en el año 1922 por el rey Vittorio Emanuele III di Savoia, perteneciente a su coto de caza.
Con un poco de suerte se puede ver algún stambecco (íbice) una especie de ciervo muy particular, extinguida en Europa y que en Italia solo se encuentran en este parque y en las montañas de Cervinia. Tiene la particularidad que sus cuernos son permanentes y llegan a tener casi un metro. Es el símbolo del parque.
La gran pradera que tiene Cogne a sus pies es un verdadero paraíso por los que gustan del ski de fondo o nórdico, con más de 70 km de pistas.
En verano el trekking tiene kilómetros de senderos perfectamente señalizados, con la distancia, el tiempo y la dificultad.
Tiene una gran riqueza de historia y tradiciones. Fue un centro minero muy importante para la extracción del hierro.
El Parque del Gran Paradiso, les puedo asegurar, es de verdad una maravilla. En el mes de mayo todo florece y los prados se cubren de verde y de los distintos colores de las flores silvestres.
Magnífica la vista de esas montañas y están tan cerca que parecieran estar dentro de las casas. Además, el pueblo, como la mayoría en estas latitudes, está todo arracimado como si quisiera que el calor de sus casas no se escape.
Me habían recomendado comer en un restaurante y allá fui, pero estaba cerrado. Comí en otro igual de bueno «La Brasserie du Bon Bec». Comí demasiado; pero no se puede no probar lo que te proponen.
A los camareros les parece raro que no quieras un primo, secondo y postre, cuando no un antipasto. Puse manos a la obra, vinito tinto, Anselmet La Touché, luego una sopa a la valpelinense (que entendí cualquier cosa a pesar del italiano) era rica pero una barbaridad, arriba pan tostado cubierto con queso fontina, cavolo nero, papas y más queso fundido, dejé casi todo el pan, de segundo pedí unos ñoquis de polenta (nunca los había comido) con ragú di cinghiale (¡parece qué hay muchos por acá!) es jabalí.
Me trajeron unas masas secas con el café, que estaba fabuloso.
Estaba fresco, pero tenía que moverme un poco de manera que caminé a lo largo del rio hasta una capillita que estaba cerrada.
El pequeño centro es muy pintoresco con negocios de artículos típicos de lana, cuero y también de productos alimenticios. Fui hasta la iglesia cruzando el rio, desde donde se tiene una vista de todo el pueblo.
Terminada la temporada de ski en el pueblo quedan solo algunos de sus habitantes.
Estos diminutos pueblos son todos encantadores, con historias y tradiciones muy antiguas. Una de ellas que se trasmite de generación en generación es un bordado que se llama de bolillos con el que se hacen puntillas y encajes.
En el año 1665 unas monjas benedictinas se establecieron en Valle d’Aosta después de huir del monasterio de Cluny. Las monjas enseñaron a las mujeres del lugar el punto básico de cruce de bolillos y utilizaron el encaje para decorar su traje tradicional. A lo largo de los siglos, la confección de encajes de bolillo en Cogne se transmitió de madre a hija exclusivamente mediante la enseñanza y la experiencia directa, sin utilizar patrones a diferencia de las manufacturas francesas y belgas análogas, que sí los usaban.
Hoy en Cogne, 40 mujeres trabajan en una cooperativa, «Les Dentellières» y producen alrededor de 1.500 metros de precioso y muy valioso encaje, cada año.
Yendo a buscar el auto compré en una panadería unos bizcochos de almendras y un turrón blando (¡me pierden!). Son tan atractivos los negocios que invitan a entrar y luego es imposible salir sin algo entre manos.
Gran Paradiso es de verdad un enorme y bellísimo paraíso para el ser humano y la cantidad de animales y vegetación que lo pueblan.