Fui a Courmayer desde Aosta que queda 35 km. La atracción del lugar es el Monte Bianco. Se llega a la cima subiendo con la Sky Way. Son dos tramos en unas grandes góndolas que, a medida que suben, giran 360 grados sobre sí mismas, de manera de no perderse nada del entorno. Se tarda en llegar a la cima unos 15 minutos, los dos tramos. Se sube desde 1300 metros hasta 3466. Se siente la diferencia de altura.
El espectáculo con que uno se encuentra al llegar nos deja sin capacidad torácica para asimilar tanta belleza y grandiosidad. El silencio casi infinito es gran protagonista.
Toda la construcción es una obra de ingeniería, arte y buen gusto, nada se ha dejado al azar, se ha cuidado hasta el mínimo detalle para no desentonar con el entorno. El color de las cerámicas y los interiores son de color hielo, como si el exterior se hubiera adueñado de todo.
La construcción es de vidrio y acero y parece un gran plato volador, suspendido entre el cielo y la nieve. Desde la gran terraza se ven todas las cimas de más de 4000 metros.
Por supuesto que los dos restaurante y la cafetería son de primera, con unas vistas panorámicas bellísimas. Tiene una terraza con reposeras para tomar sol. Me quedé a almorzar, un plato de distintos tipos de hongos que estaba muy rico, servido en un plato que parecía de madera. Me tome el tiempo necesario para que mis ojos gozaran de tanta grandeza.
Me hubiera querido quedar pero tenía que bajar. Así que tomé una de las últimas góndolas cerca de las 16.
Courmayer es un centro de ski muy exclusivo. Al llegar caminé unas cuadras, pasé por la iglesia y di una vuelta por la peatonal, con lindos negocios, bares y restaurantes.
Tomé un helado sentada en una terraza. Recorrí algunas de sus angostas y tortuosas callecitas con negocios escondidos. Volví a Aosta, ya tarde.