FARA IN SABINA – ABABIA DI FARFA – SANTA VITTORIA DI MONTELEONE
Estando en Anguillara Sabazia (que queda a 40 km de Roma) fuimos a Fara in Sabina, a 65 Km para visitar la Abadía di Farfa.
Fara in Sabina, en la región del Lazio, es un pequeño pueblo encaramado en la cima del monte Buzio, a 480 metros de altura.
Es muy chico y prácticamente fue reconstruido después de la guerra. Original, solo queda una cisterna en la plaza junto a una torre que es del año 1500. Las callecitas son estrechas y empinadas; muy limpias y llenas de flores.
Es de origen medieval, de cuando los longobardos se instalaron allí. Tiene una posición privilegiada entre los montes Sabini y el Valle del río Tevere, ya que domina todo el valle a sus pies.
En el año 1082, Enrique IV sojuzgó a Fara in Sabina y la cedió a la Abadía de Farfa. En el siglo XV y hasta los comienzos del año 1800 fue dominio de la familia Orsini.
Fara in Sabina tiene sus murallas originales, sus dos puertas de acceso, las callecitas estrechas y empinadas, y algunos palacios barrocos, como el Palazzo Orsini, donde en su fachada se puede ver la rosa, emblema de la familia.
La Piazza del Duomo con la torre campanario al lado de la Coleggiata de San Antonio, la cisterna y el palacio Brancaleoni ahora museo cívico de la ciudad.
La plaza es el centro de la vida del pueblo y de todos los eventos, el mercado que se desarrolla en la plaza y en ese momento estaba en su apogeo.
Llegamos cerca del mediodía, visitamos la iglesia y paseamos por algunas de sus callecitas que conservan ese aire misterioso del medioevo.
Almorzamos en el restaurante la Antica Bottega, en Vía del Popolo 35, cerca de la Porta Romana.
Fue una residencia medieval, el ambiente acogedor, hogar encendido y muy buena la atención. Yo comí caracoles, después ñoquis y un alcaucil a la judía, muy bien preparado. Toda la comida muy buena.
Después de almorzar volvimos a Farfa para una visita guiada a la Abadía di Santa María di Farfa, un magnifico convento benedictino inmerso en un ambiente de profunda mística.
El pueblo de solo tres calles, precioso, muy limpio, ordenado y muy agradable, donde viven una decena de personas. Hay bares, restaurantes, vinerías y negocios varios todos muy bien ambientados.
La Abadía di Santa María di Farfa fue fundada entre los años 560- 570 d C por el obispo San Lorenzo Siro.
El emperador Carlo Magno, de camino a Roma para su coronación, el 25 de diciembre del año 800 se hospedó en ella.
Esta fue una Abadía de gran importancia hasta el sigilo IX, debido a su gran poder económico. El patrocinio de Carlomagno, que la financió, hizo de ella una Abadía imperial muy querida por el papado. Fue cuando se construyeron los edificios más importantes.
La Abadía di Farfa era una parada obligatoria en la Vía Francigena para los peregrinos que iban de camino a Roma
A finales del siglo la abadía fue atacada e incendiada por los sarracenos. El abad Pietro I y su gente resistieron durante siete años. Finalmente, los monjes decidieron repartirse el tesoro y dividirse en tres grupos para intentar la huida.
El abad principal se trasladó a Roma. Recién en el año 913 los monjes volvieron a Farfa. Lentamente volvió a resurgir, aunque no con la influencia que tuvo en los siglos anteriores.
En el año 1798 la Abadía fue saqueada por los franceses, en el año 1861 fue confiscada por el estado italiano y en el año 1921 fue asignada a la comunidad benedictina de San Paolo fuori mura, de Roma.
Que vida accidentada tuvieron las comunidades de estos pueblos.
En la recorrida de la abadía lo que llama la atención es la variedad de los estilos, ellos representan los distintos períodos de la historia, lo cual hace del lugar una joya de la arquitectura.
Atravesando el claustro de época longobarda en el centro se encuentra la estatua de Santa Escolástica, hermana de San Benedetto, luego el otro claustro de estilo renacentista donde se encuentra la estatua de San Benedetto. Los claustros ayudan a la meditación, la reflexión y al trabajo, el lema de los monjes benedictinos es «ora et labora», (reza y trabaja).
La maravillosa biblioteca alberga a 45.000 volúmenes. En la sala principal se encuentran los códices del siglo XI y algunos incunables (son los libros que se imprimieron en el siglo XV, es decir los libros que estaban «en la cuna»). Es como mágico estar en ese recinto donde hace más de mil años se acumulaba el saber.
El refectorio es otro recinto del año 1400, con frescos que han sido restaurados en el año 2011.
La basílica Orsiniana se construyó incorporándola a la anterior basílica Carolingia de arquitectura medieval con su bella torre de estilo carolingio.
Hermosa la herboristería que conserva los muebles originales y las antiguas recetas de los monjes.
En Fara in Sabina nos habían dicho que a pocos kilómetros en Monteleone in Sabina había una pequeña iglesia románica del año 500. Santa Victoria di Monteleone in Sabino.
Como mis primas son tan curiosas como yo, no íbamos a dejar de ir, de manera que allá fuimos.
Nos costó encontrarla, no quedaba tan cerca y el camino era de cabras, como dice mi amiga Marisol y sin ninguna indicación. Este lugar también era una parada para los peregrinos en la ruta Francigena que venía del camino de Santiago.
Está escondida por un pequeño bosque en lo alto de un promontorio, rodeada de estatuas, columnas y capiteles romanos. Nos preguntábamos como habían hecho para llevar hasta allí semejantes moles.
La iglesia pequeña, solitaria, estilo románico, blanca, simple, de verdad valió la pena el trayecto. Me produjo un sentimiento de alegría, paz y plenitud, nos quedamos un buen rato en silencio disfrutando de la vista y el ambiente que se percibía.
Un día lleno de experiencias todas placenteras y bellas, volvimos a Anguillara, cansadas pero felices.