Desde Firenze a Massa Marítima hay 80 kilómetros, y se tarda dos horas, debido que son caminos provinciales. Yo para variar tarde más, pero esta vez porque la lluvia era torrencial y no se veía nada, además con árboles caídos. En el cruce a la Abazia di San Galgano parecía que saliera el sol y me estuviera invitando a hacer dos kilómetros más hasta la vieja abadía.
Después de ir a la Abadía y almorzar allí en un muy buen restaurante, seguí a Massa Maríttima, camino fácil, pero al llegar el GPS me mando por la zona de tránsito restringido. Por suerte no había policías ni nadie circulando. Pude estacionar cerca del B&B al 32, que está en la Vía Ximenes 32.
Me esperaba Elena, la dueña, una joven encantadora y muy conocedora de la zona. El B&B muy lindo, muy bien decorado todo nuevo e impecable, además muy bien ubicado.
El comedor para el desayuno lindísimo. Muy bueno y completo, con el cappuccino que adoro.
Massa Maríttima es una ciudad donde podemos encontrar desde el estilo románico, gótico y renacentista en un armonioso conjunto. De la plaza y su catedral se dice que el diseño fue una nueva geometría que es única en su género, en un folleto decía que esa plaza tenía un «diseño inenarrable», me pareció muy buena la explicación. La forma oblicua en que fue construida sobre una escalinata en forma de ángulo es un truco para la vista.
La sensación es de no querer irse sin entender y gozar de este espacio tan sugestivo.
La Catedral dedicada a San Gerbone, santo nacido en el año 493, en África, que emigró para evitar las persecuciones, se le atribuyeron varios milagros. Admirándola podemos ver los dos diferentes estilos, en la parte baja los arcos y el tímpano son de origen románico pisano, mientras que la parte superior con las cuatro columnas y las tres agujas que la coronan son de estilo sienes.
Tiene un hermoso y esbelto campanile de estilo románico que en un tiempo tuvo almenas ahora está coronado por una cúspide con cuatro elegantes agujas.
A la hora del crepúsculo el travertino de su frente se convierte en un color cálido que contrasta con el cielo color cobalto, así la vi cuando llegué, porque de a ratos llovía.
Compré una focaccia, tomates cherry, jamón y un queso pecorino fresco, volví al hotel y esa fue mi cena.
A la mañana siguiente había alarma naranja por los temporales que desde hace casi un mes azotan toda Italia. Me tome mi tiempo para desayunar, estaba sola en el B&B.
Fui hasta la Piazza Garibaldi, en un costado de la catedral está el hermoso Palazzo Vescovile, de época medieval que sirvió de residencia al vicario. En uno de los extremos del palacio hay una columna donde se anunciaban los avisos de gobierno. En el año 1474 en la cima de la columna se colocó una estatua de una loba dorada símbolo del poder de Siena.
En otro costado se encuentra el Palazzo del Podesta del año 1225 donde ahora está el museo arqueológico, en su frente se pueden ver los distintos emblemas heráldicos de los que gobernaron la ciudad. A su izquierda con las típicas almenas el Palazzo Comunale del Siglo XIV.
Massa Maríttima tiene una larga tradición de ballesteros, desde el siglo XII hasta el presente, con un festival que se realiza dos veces al año llamado Balestro del Girifalco, en el que intervienen también los sbandieratori que hacen malabares con los estandartes con las banderas de cada quartiere (barrio).
La ciudad vieja o medieval tiene un sin fin de callecitas que suben y bajan por todo el entramado. En la calle central Vía della Liberta, que sale de la plaza hay algunos restaurantes y bares. Siguiéndola se llega hasta Piazza Cavour y de allí siempre subiendo por Vía Albizeschi hasta la puerta de la ciudad nueva o Cittanuova.
A un costado del Café delle Logge en la Piazza Garibaldi, empieza una subida por una larga, ancha y empinada escalera, Scalinata de Via Moncini, al final de ella se encuentra la Porta alla Silici que es la entrada a la fortaleza y de la Cittanuova que tiene un diseño geométrico. Antes de la puerta una de las calles se llama Vía delle Belle Donne, me llamo la atención, pero luego encontré otras con nombres que identificaban al que vivía o al oficio que ejercía.
Al final de la escalinata cruzando la puerta nos encontramos con una potente torre que conserva su campana y reloj llamada la Torre del Candeliere o Torre Dell’Orologio, que fue construida en el año 1228, de 24 metros de alto por 11,50 de ancho. El reloj fue agregado en el año 1443 pero el actual es del año 1610.
Con la invasión de los sieneses se le agregó a la torre un arco, además de un viaducto para comunicar la torre a la imponente Fortaleza Senese que constaba de dos murallas, con baluartes y torres. La obra fue dirigida por el maestro de Siena, Agnolotti di Ventura en el año 1337.
Una vez atravesado el arco y siguiendo por Corso Díaz encontramos la iglesia y el claustro de San Agostino.
Ya pasadas las 13, llovía, los museos e iglesias cerrados, lo mejor que se puede hacer es ir a comer. Fui al restaurante Il Gatto e la volpe, en Vía Ciambellano 12. El restaurante muy tranquilo y bien ambientado. Atendido por su dueño, un Señor que me pareció disfrutaba lo que hacía, me gustó la manera como explicaba los platos. Me ofreció un vino de esta zona de la toscana llamada maremma, Morellino di Scansano, que por el precio era bueno (5 E, la copa). Comí una ribollita, es una especie de minestrón de verdura y legumbres, estaba muy rica algo diferente a la de Firenze, (lo interesante de Italia es que cada región tiene su propia versión del mismo plato) luego un plato de carne de jabalí cocida con vino tinto por más de tres horas con porotos. Pase por alto el postre.
No me canso de decir lo bien que se come en este país. Platos de la llamada cocina pobre, sabrosísimos, que para muchos de ustedes podrán parecerles raros porque no están acostumbrados a los ingredientes.
Después de almorzar hice un recorrido por fuera de los muros, entre la Vía Maremma y Via Massetana, me encontré con un “Giardino d ‘Arte”, tenía un diseño en forma de espiral además de micrófonos que cuando se pasaba cerca relataban una historia con un fondo de música. Era para quedarse, pero estaba lloviznando.
Por los callejones oscuros no había nadie, el viento empezó a soplar cada vez más fuerte, el peligro es que vuelan tejas, carteles y todo lo que no esté atado. En la plaza volaban las sillas y sombrillas. Ese día el viento de 200 km por hora, en la zona de Bolzano arrasó con 5000 hectáreas de bosque de más de 100 años, esos árboles son los abetos rojos de resonancia, que se los usa para hacer violines desde tiempo de Stradivarius. Muy triste ver esos bosques abatidos como escarbadientes.
No era para seguir dando vueltas, fui al B&B, aún me quedaban provisiones, allí cené.
Me habían dicho que fuera a ver la Fontana della Abbondanza, donde en la pared del fondo hay un fresco de verdad sorprendente llamado L’Alberto della Fecondita, el árbol de la fecundidad. La pintura fue realizada en el año 1265 por un artista desconocido, los críticos dicen que el artista se debe haber divertido como un chico al hacer la obra. Es un árbol frondoso que daba unos frutos extraordinarios, eran falos erectos, bien maduros, listos para ser recogidos. Aparecen en la obra algunas mujeres que intentan hacerlos caer, otras esperan conversando y dos se tiran de los cabellos por un fruto caído. Imaginen el medioevo puritano. La fuente mira directamente a la catedral, lugar público, ese árbol había sido pintado para que fuera visto por todos los que llegaban a la ciudad, para asombrar aún a los más distraídos viajeros, como en mi caso.
Sin apurarme demasiado ya que la subida es larga y empinada, fui hasta la iglesia de San Francisco del siglo XIII, de estilo románico, de la cual queda muy poco, en su interior solo algunos frescos, y parte del frente. Es muy simple, bien franciscana.
Para bajar fui por la escalera que empieza en la Torre del Candeliere y termina sobre la calle principal.
En la esquina de la plaza hay una Enoteca Osteria Grassini, decidí probar qué tal era. Tome un Chianti Classico (de la regíon del Gallo Nero), bien para el medio día. Día ideal para una sopa de calabaza y papas, rica, luego tagliatelle ai funghi porcini, que estaban bien, luego algo muy típico Toscano “cavolo nero y papas” salteados con ajo y aceite oliva, eso estaba muy sabroso. Muy linda la vajilla. Decidí tomar el café y el postre en frente en el Caffe Le Logge, en Piazza del Duomo.
Tenía que hacer tiempo hasta las 16 que abriera el museo, el tema era que tendría que volver a subir todas las escaleras y luego toda la Corso Diaz, pero valió la pena.
“La Maesta” la majestad, de Ambrogio Lorenzetti es preciosa, son tan bellas esas tablas que uno queda atrapado en su contemplación. Las obras expuestas datan de los años 1320 a 1348. Había leído como se hacían esos cuadros con hojas de oro. La preparación de la base es larga y meticulosa con muchos ingredientes que nunca me hubiera imaginado. Eso me hizo apreciarlos aún más.
Volví al hotel a cambiarme para ir a cenar al Il Gatto e la Volpe. Había grandes festejos por Halloween por una zona del borgo, la verdad muy bien preparados. Debían estar todos los pueblos vecinos por la cantidad de gente por la calle. Hice uno de los recorridos que proponían y me pegué unos buenos sustos para divertimento de los que estaban mirando.
La cena exquisita, seguí con el mismo vino Morellino di Scansano, que me había gustado. De entrada, arrolladitos de berenjenas y ricotta, después Tortelli al ragu di anatra (Tortellini con tuco de pato), de postre cantuccini con vin santo.
Fue una buena cena de despedida de esta ciudad que me gustó mucho. Se que volveré, me quedaron muchas cosas para ver.
Estamos en el año 2019, ya paso un año que estuve aquí, volví como me lo prometí. Me aloje en el mismo B&B y me reencontré con Elena que ya somos amigas y otros huéspedes del año pasado.
En esta oportunidad venía desde Anguillara Sabazia que queda a 212 kilómetros y se demora 2,30. La ruta en general buena menos el tramo cerca de Grosseto que es un desastre.
A la noche había un Vía Crucis, por las calles, debía estar todo el pueblo y los “carabinieri” escoltaban la cruz, mientras que los que llevaban las banderas de cada rione (barrio) estaban vestidos con trajes de época.
Yo había reservado para cenar en el Gato y la Volpe, donde ya había cenado el año pasado.
De primo repetí la ribollita que la hacen muy bien, es una especie de minestrón con verduras y legumbres, luego carne de cerdo cocida con vino y aceto balsámico con verduras salteadas, el vino Morellino di Scansano, todo riquísimo como siempre.
Era tarde y me parece mentira caminar de noche tarde sin temor.
Después del desayuno decidí ir a Suvereto que queda a 31 km y se tarda 1/2 hora.
En estos días estando aquí iré a Piombino, Bolgheri, Castagneto Carducci, Sasseta, Populonia, todos están muy cerca.
Después del desayuno, pensé que hacer porque llovía, decidí ir a Citta della Pieve que queda a 150 kilómetros de Massa Maríttima. Todo el camino un paisaje precioso.
A los encantos de la ciudad que les recomiendo descubran caminando, se le agrega el del buen comer que en Toscana es casi una religión.