Me despedí de Massa Marittima y puse el GPS a San Casciano dei Bagni que queda a 122 km de rutas provinciales. Y si vienen desde Roma queda a 164 km, o desde Florencia a 143 km, o Montalcino a 62 km, ya ven todo queda cerca.
El paisaje es un encanto, suaves colinas con sembrados que parecen un bordado, con flores amarillas el rojo de las primeras amapolas. y los cipreses tan típicos de la toscana El tiempo estaba lluvioso y ventoso, pero aun así tiene su encanto.
En San Casciano dei Bagni, me alojé en el hotel La Fontanella, en la Vía Roma 38, hotel muy lindo, menos el cuarto que me dieron (a pesar que reclamé) que nada tenía que ver con lo que muestran, así que si van asegúrense de lo que reservan. Desde el cuarto hay una vista espectacular al pueblo y a toda la campiña. La puesta de sol es magnífica. Del restaurante no puedo decir nada, al contrario muy bueno y precio razonable. Es notable como los precios suben en relación a la localidad, lo que pude deducir por los lugares que estuve, la Toscana es el que más se cotiza, y luego los de playa.
San Casciano está ubicado sobre una colina en la Valdichiana. La población es de 1601 habitantes. Las primeras noticias que se tienen escritas son del año 995, por una donación hecha a una Abadía. El desarrollo de San Casciano dei Bagni se debe principalmente a la presencia de las aguas termales, de las cuales los primeros que hicieron uso de ellas fueron los etruscos, y luego los romanos que hicieron un culto de las termas. Fueron asiduos visitadores de las termas emperadores como Ottaviano Augusto, Triara la esposa del emperador Vitellio.
Con la caída del imperio romano San Casciano entro en decadencia hasta el año 1200 cuando las termas volvieron a ser de interés, ayudó a ello la cercanía de la Vía Francigena, que unía el norte de Europa y el norte de Italia y Roma.
Como todas las ciudades y pueblos de Italia tuvo una historia turbulenta de enfrentamiento entre el poder de la iglesia y las familias nobles como los Visconti.
Terminadas las luchas, en el año 1500 hubo un rápido crecimiento debido a la afluencia de gente que llegaba de toda Italia y de Europa, eran príncipes, cardenales, embajadores nobles que venían a curar sus males más dispares.
El casco antiguo se construyó alrededor del castillo neogótico que conserva dos torres, las puertas y la muralla de la cual quedan solo algunos metros. El borgo medieval es pequeñísimo, muy simpático, limpio, ni un metro plano, la plaza Matteotti por donde se entra al pueblo es el centro de la vida social, es un gran balcón que mira la campiña Toscana. La vista es una gloria, los campos se están cubriendo de color amarillo y los viñedos están brotando. Hay un bar o dos y un restaurante, una vinería y una boutique. Se respira un aire de serenidad, son gente sumamente amable. Es un placer quedarse a contemplar la vista con el fondo del monte Amiata con un café o aperitivo, según la hora.
Al final de la gran plaza por una callecita en subida enseguida nos encontramos con la Collegiata di San Leonardo, su origen es de los años 1200-1300, habiendo siendo modificada varias veces. En el frente tiene un hermoso portal gótico ricamente decorado, un campanario de piedra con un reloj. Al lado está el oratorio de San Antonio del año 1500.
A solo 50 metros se abre una placita con un viejo aljibe y el antiguo Palacio de Justicia y residencia del Podestá, hoy Palacio Municipal. Se aprecian en su frente los escudos heráldicos de alguno de los Podestá.
El pueblo medieval tiene forma circular ya que copia el terreno sobre el que está construido. Sus vericuetos que suben y bajan nos asombran con deliciosos rincones, pequeñas plazas e iglesias antiguas.
Hay negocios que parecen boutiques, que venden las especialidades locales, como aceite, vino, aceitunas, fiambres y quesos.
La zona nueva está inmersa en el verde, no es muy grande, no la recorrí, solo pase en auto.
Estando acá tenía que ir hasta las termas que están en el Fonteverde Hotel (cadena de Leading Hotels of the World) un palacio renacentista precioso, construido por Ferdinando I de Medici en el año 1607.
La piscina con borde infinito mira a la campiña y a sus espaldas tiene un gran arco mandado construir por el Granduca Ferdinando I de Medici. Allí es donde se encuentra la surgente Ficoncella.
Una revista americana catalogó estas termas como “las más bellas del mundo en el lugar más bello del mundo”.
El día de spa cuesta 22 €. Me va a dar mucha pena, pero si sigue lloviendo no voy a ir.
Apenas saliendo del pueblo se puede disfrutar libremente de los antiguos lavatoi o vasconi, piletones, donde el agua surge a 40 grados constantes, en cualquier época del año.
Cene en el restaurante del hotel, un salón muy cálido y muy bien decorado. De entrada, una sopa crema de arvejas con unas croquetas rellenas de ragu, después tagliatelle al ragu de cinghiale, alcauciles a la romana, vinito tinto San Giovese. Todo como dicen acá “che bontá” (que cosa rica). Por suerte el hotel tiene ascensor.
El desayuno en el salón comedor muy completo, me da pena no poder comer todo lo rico que hay. Pero mi cappuccino y el pan delicioso que hacen en la Toscana no me lo puedo saltear. Ya saben que en mis relatos le digo que hay que preguntar cuál es la especialidad de la zona y probar, probar y probar. Volverán con algún kilo de más, y…quien les quita lo disfrutado.
Seguía lloviendo, pero igual no me iba a quedar, fui hasta Citta della Pieve , queda a 22 kilómetros.
Esta ciudad es un lugar encantador se los recomiendo ya que encontrara un hermoso paisaje, deliciosa comida y gente amable.