Deje Belluno, que queda a 80 km de Bassano del Grappa, lugar emblemático para los italianos y sobre todo para el cuerpo de los Alpinos, también por la destilación de la Grappa.
Desde aquí, con varios túneles de más de 1 km. cada uno, el panorama empieza a cambiar.
Pueblos pequeños de tejados rojos rodeados de colinas verdes, algunos en el fondo de un valle otros en la cima. Me daban ganas de entrar a verlos, pero así no llegaría nunca, y ya me había demorado antes en el desvío a Belluno.
Unos kilómetros antes de Bassano del Grappa se cruza el puente sobre el río Piave, que estaba todo embanderado. Lo suelen llamar el «río sagrado». Es que los italianos somos exagerados para todo, todo se vive en forma superlativa. Este año la fiesta de los alpinos sería en Treviso, pero yo ya no estaría, fue una pena. Conocía la letra de la canción, pero no sabía la historia que cuenta.
Hacía mucho tiempo que quería venir a ver el famoso puente de Palladio, o de los Alpinos, construido sobre el río Brenta que atraviesa la ciudad y que es su símbolo.
Llegué con el auto a la Plaza Garibaldi, llamada también Piazza della Fontana o Delle Erbe donde está el B&B Garibaldi, en un edificio antiguo. La decoración del mismo muy moderna. El cuarto tenía vista sobre la plaza y la iglesia de San Francisco, todo nuevo e impecable.
Dejé la valija y fui a un parking público a estacionar el auto.
La ciudad es chica pero muy linda, elegante y muy cuidada. Sus habitantes tienen muy buen nivel de vida, se ve por la cantidad de joyerías, galerías de arte y antigüedades. ¡Gente bien vestida, enorme cantidad de negocios de carteras y zapatos divinos!
En la Plaza Garibaldi se encuentra la Torre Cívica cuya construcción es del año 1312, tiene un reloj que le fue instalado en el siglo XVIII. Desde la plaza Garibaldi, se pasa directamente a la Piazza Liberta, rodeada de importantes y bellos edificios de los cuales uno de ellos la Loggia dei Podesta, del siglo XV.
En el año 1430 se le instaló en el frente un majestuoso reloj con un bello cuadrante azul, construido por Mastro Corrado da Feltre.
En el lado opuesto de la misma plaza vemos a la Chiesa di San Giovanni, construida en el año 1308 por deseo de la familia Blasi. A la iglesia la llaman «bugia» (mentira) debido al contraste de su imponente fachada y el interior casi sin decoración.
Como todavía no había tomado ningún café, me di una vuelta por la calle Roma con lindos negocios y varios bares, y la pequeñísima plaza del Ángel. Al final de la calle se encuentra la Porta Dieda.
Encontré el café «101 Café», Vía Roma 81. Local ecléctico mezcla de despacho de grapa, café y mesas.
Muy rico el macchiato y una sfogliatella chica (a tan solo 2,80 €).
Ya era hora de cenar y no había almorzado así que fui a un restaurante que me recomendó la dueña del hotel, «Ottone», en Via Giacomo Matteotti 50. Lo típico de este lugar, además de los fiambres y el queso, son los espárragos.
La camarera me sugirió un plato de espárragos, alcauciles y un queso local fundido. No resultó nada particular (más bien desabrido) y los espárragos no eran frescos. El segundo fue Pasta e Fagioli (un plato de la cocina pobre muy popular), lo he comido mucho mejor. El restaurante muy lindo y bien ambientado, pero la comida no estaba en relación al precio.
El vino un Cabernet local, a la spina bastante bueno. No les recomiendo este restaurante.
Pasear de noche tiene su encanto. En las callecitas iluminadas con luz de candil uno espera que aparezca un Montesco o Capuleto envuelto en su capa. Por supuesto, es muy seguro.
El B&B tenía desayuno en un comedor muy simpático, había de todo y cada cuarto tenía su mesa ya lista.
El día estaba lindo y había clima de fiesta porque el domingo se hacia la «Adunata» que es la reunión anual del cuerpo de los alpinos.
Había grupos de ellos por todos lados con sus típicos sombreros de fieltro y la pluma, y se escuchaban cantos y el himno de los alpinos «Il Piave». Es muy emotivo y se me escapó alguna lágrima.
Entre a ver la iglesia de San Francisco, muy austera. Fue hecha construir por Balbo Ezzelino a su regreso de la segunda cruzada entre los años 1158 y 1183. Es de estilo románico gótico. Sobre el altar mayor hay un hermoso crucifijo de madera. Adyacente a la iglesia están el claustro y el museo cívico al que le hice una rápida visita.
No era cuestión de agotarme, justo enfrente de la iglesia está el Café Bar Danieli, Piazza Garibaldi 39. Lindo y lleno. Y el café costaba 1,20 (más barato que nunca).
Siguiendo los cantos llegué hasta el Ponte Vecchio. Gente comiendo, tomando y cantando. Este monumento también está en reparación así que tendré que volver para verlo bien.
En uno de los extremos del puente además de un bar está el museo de los alpinos y de la primera guerra mundial.
Entré a verlo y se me oprimió el corazón de ver como se luchaba en aquellos años. Me preguntaba qué sentimiento tan extraño nos une a nuestra tierra para dejar la vida por ella.
Había un grupo de alpinos muy eufóricos en la puerta y les pregunté si cantarían la canción «Il Piave mormoró».
Me preguntaron cómo era que yo la conocía. Obviamente, me detectaron el acento y eso derivó en una charla.
Me invitaron a cantar con ellos y luego al bar a brindar con grapa. Fue muy divertido porque cantaban y brindaban y deben haber seguido así por un buen rato. Los saludé y me fui, porque corría el riesgo de emborracharme. Les comparto un video que filmé, para que se sientan un poco más cerca del relato:
A la orilla del río Brenta, hay un restaurante, Ca Brando, Vía Pusterla 52/54, en un jardín con una pérgola llena de flores y una linda vista del viejo Ponte di Bassano. Almorcé unos brusquettas regionales y una copa de Cabernet de la zona del Veneto.
Brindé por la suerte de haber venido. Me quedé un buen rato, había clima de fiesta.
Aún había una parte de la ciudad por conocer, le puse onda y salí a caminar.
Casi en el límite del borgo antiguo está la Piazza del Duomo con la Iglesia de Santa María in Colle y su torre.
Cerca se encuentra el Castello Degli Ezzelini, que está rodeado por muros que son del siglo XII y tiene una elegante e imponente torre: la Torre di Ser Ivano.
En un extremo de la Vía Roma se encuentra la Porta Dieda, construida en el año 1541. Todavía se puede ver en ella un fresco realizado por Jacopo dal Ponte, saliendo a través de ella en la plaza Cadorna, está el Tempio Ossario, iglesia construida en el año 1908, y convertida en mausoleo por los caídos durante la Gran Guerra. El exterior es en estilo gótico veneciano.
Había un homenaje de un grupo de alpinos, muy emotivo.
Para levantarme el ánimo fui hasta el 101 Café, que estaba cerca. Me senté en la vereda y tomé una crema de café. Nosotros todavía no tenemos, es deliciosa.
En la Vía Da Ponte hay una hermosa residencia, donde estuvo alojado Napoleón Bonaparte desde el año 4-9-1796 al 19-3-1797.
Ahora es una bella librería. Los salones fueron conservados como eran en su época y hay un jardín de césped con estatuas.
Es un placer descubrir rincones con patios internos, bellos monumentos, pequeñas fuentes y bares escondidos en algún subsuelo.
Todos los lugares para tomar o comer estaban repletos.
Ya era tarde y me decidí por la Trattoria Alla Veneziana, en la Vía Menarola 22. La comida nada especial… veo que me acostumbré mal.
Me gustó mucho esta ciudad, que podría elegirla para vivir.
Al día siguiente, iría a Bagnolo San Vito.