De Montecatini Terme a Talamone hay 158 km y se tarda unas 2 horas. Los 120 km antes de Grosseto que son un solo pozo, la velocidad baja de 130 a 90 y 60 en algunos tramos, además de ser angosta.
La llegada a Talamone es casi escenográfica. La salida de la ruta es sobre una loma y cuando se toma la calle de acceso a la ciudad en el fondo como sobre un escenario aparece el pueblo sobre un promontorio con su torre y la marina llena de veleros y pequeños cruceros. Bellisimo.
Esta pequeña población costera con unos 300 habitantes, tiene una historia muchos más grande que sus dimensiones y de algunos infortunios.
Es de origen etrusco y ya en el año 225 a C. fue escenario de una batalla entre los celtas y los romanos.
En el siglo XIII la familia Aldobrandeschi construyó la fortaleza llamada La Rocca.
Vivió siglos de decadencia debido a los pantanos que la rodeaban. En el año 1559 fue cedida a España, pero tampoco esto la sacó de su abandono.
En el año 1646 se produjo una gran despoblación, seguida por la invasión francesa. Recién en el siglo XVIII comenzó su lenta recuperación.
Me alojé en el hotel Baia di Talamone en Vía della Marina 23, está a pasos de una de las puertas de entrada a la muralla y fuera de zona la medieval.
Dejé el auto y fui almorzar al restaurante Il Vicoletto, Vía Peretti 18, que me lo había recomendado la dueña del hotel. Situado dentro de la muralla, cerca, pero todo en subida.
Muy simpático el lugar y bien marinero. De entrada, comí langostinos con chutney de manzanas y salsa de naranjas, luego trillas a la parrilla con zapallitos salteados. El vino Torre del Moro, un Morellino di Scansano. Todo muy rico, esto no fue barato.
Decidí a pesar del calor caminar hasta la torre en lo alto del pueblo, que es muy chico y por suerte casi nadie a pesar del feriado.
Pasé por la plaza Garibaldi, que es muy chica y que parece más el patio de las casas que la limitan que una plaza. La iglesia de Santa María Assunta, construida en el año 1374 sobre un antiguo templo del siglo V. Fue totalmente reestructurada en el siglo XVII.
Aquí no se pueden perder porque hay unas calles en bajada que llegan a la calle que bordea el mar y parte de la muralla y la que sube que va hasta el fuerte sobre la parte más alta.
El fuerte o Rocca Aldobrandesca, fue construida como torre de avistamiento y defensa. Esta algo descuidada, pero el panorama desde lo alto es espectacular.
Bajando por uno costado se llega a un lugar con nombre muy curioso, Bagno delle Donne (Playa de las mujeres), esta playita llena de guijarros, no tiene arena sino escollos por eso el agua es maravillosamente límpida, está separada por un promontorio rocoso de la otra llamada Bagno degli Uomini (Playa de los hombres). Según pude averiguar se debe a que hacia fines del año 1800 las mujeres se bañaban separadas de los hombres. ¡Qué cantidad de historias hay en el mundo!.
Allí hay un hermoso atardecer con el sol en el mar. El bar ofrece el aperitivo para el ocaso.
¡Viendo las fotos del verano no me quiero imaginar lo que debe ser!
Volví hacia el puerto y en la parte alta hay una explanada Piazza IV de Noviembre 1, con restaurantes y bares, me merecía un buen café, en la Locanda dei Mille, eso hice.
Terminado el descanso, bajé por la Via Garibaldi hasta la marina y fui hasta el hotel a gozar del atardecer con un Apperol y así despedirme de este lugar.
Mañana me espera Roma, la Eterna. Me gustó mucho este diminuto borgo.