Assisi es una preciosa ciudad medieval y la cuna de San Francisco que nació aquí en el año 1181 y murió en 1226. Si bien los orígenes del lugar son de época romana, como se puede comprobar por restos de los muros defensivos, ya que no hay documentos escritos. Después de la invasión longobarda formo parte del ducado de Spoleto. La ciudad tuvo momentos de esplendor y luego de decadencia debido a las continuas luchas de las familias nobles y el poder de la iglesia.
En el siglo XVII debido a la construcción de edificios señoriales de familias como Roncalli, Bernabei y Giacometti, la ciudad cambió su aspecto y fisonomía.
La visita a Assisi, cominenza en la llanura a los pies del promontorio donde se halla la grandiosa basílica de Santa Maria degli Angeli, me encanta el nombre de la iglesia, construida entre los años 1560 y 1679.
Dentro de esta grandiosa iglesia se encuentra la pequeñísima capilla llamada la Porziuncola, donde San Francisco rezaba. Saliendo de la iglesia se puede ir al rosedal. Se cuenta que San Francisco para alejar de si las tentaciones se revolcó en las rosas, que perdieron sus espinas al contacto con la piel del santo. Dicen que estas rosas blancas florecen solo en ese jardín.
La capilla de las rosas es muy pequeña con delicados frescos.
Desde allí subimos a Assisi, que domina la llanura desde el alto con su imponente fortaleza medieval y en la ladera la majestuosa Basílica de San Francisco.
Nuestro recorrido fue condicionado por el estacionamiento, de manera que empezamos en la iglesia de Santa Chiara. Es muy antigua, construida alrededor del año 1200 sobre ruinas romanas. En la capilla del crucifijo, una monja clarisa, velada, permanece siempre de pie en perpetua adoración. El exterior es muy sobrio y bello, con poderosos contrafuertes, de mármol blanco y rosado.
Siguiendo por Corso Mazzini se llega a la Piazza del Comune y allí está el Templo de Minerva que había sido un templo romano, ahora iglesia, con enormes columnas corintias. El interior de estilo gótico, una hermosura.
Siempre en la plaza se encuentran el Palazzo del Capitano con una hermosa y alta, Torre del Popolo y el Palazzo dei Priori del año 1337, hoy es el municipio y sede de la Pinacoteca.
Se imponía tomar algo en un lugar tan sugestivo y todavía sin demasiada gente. Tomamos un café y unas masas sentados en la vereda, no recuerdo el nombre del bar. No fue muy buena la atención, esto suele pasar en los lugares muy turísticos, pero la vista lo valía.
Siguiendo siempre en subida por la Vía San Francesco, camino hacia el santuario paramos para almorzar en un restaurante olvidable, «De la posta», almorzamos unos fideos a la umbra, panceta ahumada, salchicha de cerdo y crema de leche. Tomamos un vino local y café. Lo que sí valía la pena era la vista desde la terraza que mira hacia el valle.
El camino se hace liviano a la vista del santuario y todo el conjunto que nos deja sin aliento.
Yo había venido hacía unos cuantos años, me había olvidado lo enorme y bella que es la basílica superior. Íntegramente pintada con 22 frescos de Giotto y sus alumnos. Admirar esas pinturas produce un cierto arrobamiento y sensación de irrealidad.
Es uno de los monumentos de la iglesia italiana más sobresalientes, se empezó a construir después de la muerte del santo, en el año 1226.
La basílica no es una sola iglesia sino dos muy gtandes, construidas una sobre la otra. Tiene más de un claustro que las une de tamaño enorme.
Es uno de los monumentos de la iglesia italiana más sobresalientes, se empezó a construir después de la muerte del santo, en el año 1226.
La basílica no es una sola iglesia sino dos enormes construidas una sobre la otra. Tiene más de un claustro que las une de tamaño enorme.
Cuando llegamos había algo de gente, pero cuando nos íbamos era una marea de personas.
Frente al Santuario escaleras arriba hay un bar con vista a la basílica, allí nos sentamos a disfrutar del panorama. Acompañados de café y unas sfogliatellas.
Luego paseamos por las callecitas. Aquí también hay museos para todos los intereses. Caminando, caminando nos comimos los cantuccini que habíamos comprado y despacio fuimos al auto, ¡sin antes perdernos!
Assisi merece una visita de más que unas horas porque de ella emana el encanto y la dulzura de Santa Chiara y San Francisco, que perduran en el aire.
Volveré, siempre que Dios quiera, además no hay dos sin tres, dicen. Se las recomiendo, no saldrán defraudados.