A 50 km de Roma y a 50 km de Viterbo se halla esta ciudadela encaramada en una roca, casi imposible de creer que exista y casi imposible de acceder.
No se puede entrar con el auto ya que no hay calles y menos lugar para estacionar.
Desde donde dejamos el auto no se la ve, pero después de caminar un poco se nos presenta de repente en una vuelta del camino. Parece una visión, esta como suspendida en el aire, rodeada por una densa vegetación del valle del río Treja. En Italia si tienen espíritu curioso y de aventura no se van a aburrir nunca.
Nos preguntábamos como llegaríamos a ella, sabíamos que se podía. En otra vuelta del camino vimos el acceso a través de una estrecha franja de tierra.
Construida sobre un promontorio de rocas volcánicas, sus casas están asentadas en la toba o tufo, o directamente cavadas en ella.
En Calcata la presencia humana es de la época de los etruscos. Y se la nombra por primera vez en un documento del año 772-795.
Después de una pequeña explanada donde algunos residentes pueden dejar sus autos, se entra al pueblo por una puerta de la Edad Media, enseguida en la pequeña plaza se encuentra la Colegiata de los Santos Cornelio y Cipriano, y la iglesia del Nombre de Jesús de siglo XIV. Modificada muchas veces tiene frescos del Renacimiento.
En una mínima plaza se encuentran tres curules o sillones realizados en el tufo del que está construido casi todo el pueblo.
No hay grandes monumentos salvo el Castillo y la Colegiata, pero muchos rincones encantadores hacen de ella una pequeña joya. Además, sus callejuelas que suben y bajan, escaleras, e infinidad de vericuetos, más el silencio y la tranquilidad del lugar (había pocos turistas) ayudan al clima medieval que se respira.
En el año 1930 se les había pedido a sus habitantes que la abandonaran por haber peligro de desmoronamiento, cosa que nunca ocurrió. Pero no llego a suceder, gracias a numerosos artistas, pintores, escultores, músicos y gente dedicada a la tecnología digital y al arte telemática, que buscaban la tranquilidad para su inspiración lejos del caos de las ciudades, es que pudo sobrevivir.
Por tal motivo el pueblo está lleno de negocios de artesanías, galerías de arte, suele haber conciertos y espectáculos teatrales.
También es muy interesante la parte gastronómica, con muy buenos restaurantes, casas de té, bares. Algunos muy pintorescos y otros con unas vistas que cortan el aliento.
Muchos de estos artistas son ingleses, belgas, holandeses, noruegos, etc.
Después de recorrer sus vericuetos y entrar a todas las galerías de arte y negocios de artesanías fuimos hasta un bar muy escondido, en una pequeña terraza sobre el acantilado, con mesas compartidas, por lo chicas, tomamos un té frío muy rico porque hacía mucho calor,
El atardecer le da un aspecto muy teatral y romántico.
Regresamos a casa en Anguillara ya tarde, muertas de calor y re cansadas pero felices. Otra vez cenamos té!
Estoy segura que a ustedes les habría pasado lo mismo.