Habia venido a Napoli en otras oportunidades pero en esta ocasión venía desde Sorrento. en aliscafo el trayecto es de 50 minutos.
Nápoles tiene una de las bahías más hermosas del mundo. De ahí el dicho “vedere Napoli e poi morire” (ver Nápoles y después morir).
Stendhal dijo que «Nápoles era la ciudad más bella del mundo por la cantidad de maravillas que alberga bajo, sobre y en su vieja y sorprendente superficie».
Ni bien se baja del barco allí sobre el puerto está el poderoso Castello Maschio Angioino o Castel Nuovo, es una construcción del Siglo XVIII realizada por por los angevinos y reconstruida por los aragoneses que los sucedieron. El arco triunfal de mármol fue construido en el renacimiento en honor al rey aragonés Alfonso V.
Nápoles cuenta con un pasado antiquísimo que se remonta al Siglo VIII aC, fue dominio de los germanos, normandos, longobardos y bizantinos ademas de las incursiones de los piratas sarracenos. Luego vinieron los españoles, los austriacos y los franceses. Era como una bella mujer a la que todos querían poseer.
Seguramente les gustara saber que también Nápoles tiene su leyenda y está ligada a su nombre y al de la sirena Partenopea, que se dejo morir porque Ulises no cedió a sus encantos. La antigua Nápoles se llamaba Partenopea y las tradiciones y costumbres se conocen con ese romántico nombre.
Muy cerca de allí, por la Vía Verdi, se llega al Teatro San Carlo. Construido en el año 1737 decorado con blanco y dorado de época neoclásica. Es el teatro de lírica más antiguo del mundo que aún sigue en función. Está considerado como uno de los de mejor acústica. Estaban restaurándolo en ese momento.
En una de sus entradas está la renombrada Pasticceria Scaturchio, famosa por la sfogliatella.
A continuación del Palacio Real, construido en el Siglo XVII para el rey español Felipe II, que nunca lo ocupó, se encuentra la inmensa Plaza del Plesbicito, construida por orden de Murat Joachim, que reinó brevemente en Nápoles. Tomó la idea e inspiración en la plaza y las columnas de San Pedro de Roma.
Lo que a mí más me atraía es el famoso Gran Café Ganbrinus, situado en uno de los extremos de la plaza. Es uno de los locales históricos célebres en Italia. La historia de este café empieza con la unidad de Italia allá por el año 1860. En el año 1890 volvió a ser inaugurado siendo el centro de la cultura y el arte de la ciudad. Por aquí pasaron desde Sissi la emperatriz de Austria, Gabriele D’Annunzio, Benedetto Croce, Oscar Wilde, Ernest Hemingway, Jean Paul Sartre y muchos otros, y ahora YO.
Por suerte cuando llegue no había nadie, tomé un café, una mini sfogliatella, saqué fotos de sus señoriales salones y leí la interesante historia al son de una música napoletana bastante vieja.
En Nápoles hay una vieja costumbre, que a mi me gustó mucho, por eso se las cuento.
Es la de tomar una café y pagar dos para el posible siguiente cliente que no pudiera pagarlo.
Los famosos pizzeros han decido implementarla también con la pizza, con el slogan «Una pizza non si nega a nessuno» (una pizza no se le niega a nadie).
Tenía poco tiempo, di una vuelta por la plaza, fui hasta la Galería Vittorio Emanuele, que solía ser el centro de la vida elegante de Nápoles, que también la estaban restaurando. Es muy parecida a la de Milán. Me parece que esta tiene más luz natural y los vitreaux son hermosos.
Es muy interesante cómo la dominación española dejo su impronta. Las calles se llaman: Diaz, Medina, Catalana y Toledo; esta última es muy pintoresca y que limita los Quartieri Spagnoli (Barrios Españoles), llamados así porque fueron los cuarteles de los soldados españoles. Si pasean por ellos no lleven nada de valor y menos a la vista.
Me habían recomendado tomar el subte, aquí los subtes son muy profundos, la primera estación que reestructuraron es la Toledo. Es difícil describirla, es bellisima y han usado la imaginación y la tecnología para crear los efectos de profundidad y a la vez liviandad, como así también los materiales de última generación.
Son solo tres las restauradas, y son una más hermosa que la otra, muy modernas y de colores brillantes.
Desde la parada Universidad fui hasta la Piazza San Domenico ¿y que me encuentro allí? la Pasticceria Scaturchio que es el santuario de la sfogliatella, me compré una para comerla caminando.
Seguí hasta el convento e iglesia de Santa Chiara, algo al que los napoletanos le tienen mucho cariño, le han dedicado una famosa y antigua canción (para acordarme de lo bello del lugar estoy escuchando la canción). Se construyó en el siglo XIV con un estilo gótico-provenzal.
Adyacente a ella se encuentra el claustro que es muy bello. No había visto nunca antes uno así, ya que las columnas están recubiertas de mayólicas de colores, es muy alegre.
Casi enfrente está la Iglesia del Gesú Nuovo en la Plaza del Gesú Nuovo, esta es una de las plazas más importantes del centro histórico, declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad, tiene en el centro el Obelisco de la Inmacolata, de mármol blanco.
La Iglesia del Gesú Nuovo, jesuita del Siglo XV, fue concebida como parte del Palacio Severini del Siglo XV, de estilo barroco del que quedó solo la fachada de piedra hecha con la forma punta de diamante. Dicen que las piedras que tienen unas inscripciones encierran un mensaje esotérico.
Creo no haber visto antes, o al menos no recuerdo otra, tan exageradamente decorada. Todo era grande alto y dorado, tanto que me sentí agobiada.
Volví por la Vía Toledo. Caminé como loca para no llegar tarde al puerto. Al pasar frente a un Mac Donald había un marroquí que gritaba «Addie alla France, bonjur Iran».
En el puerto vi un espectáculo nada agradable, un extra comunitario (algo tomado) le había robado a una mujer, lo agarraron dos vigilantes del puerto, el tipo empezó a gritar cada vez más fuerte, que no había hecho nada, lo soltaron, se fue al baño y empezó a golpear. Lo que hizo fue lastimarse la cabeza, cuando entraron a sacarlo gritaba que le habían pegado. Le pregunté a otro de seguridad y me explicó que no pueden hacer mucho con esta gente porque en general los de derechos humanos tienden a defenderlos y terminan soltándolos.
Por fin llego el alíscafo y zarpamos.
Poco tiempo, casi una falta de respeto dedicarle tan poco tiempo a tan bella ciudad.
Les confieso un secreto: en la iglesia de Santa Chiara prometí que volvería. Y así lo hice en noviembre del año 2018.
Me alojé en Posillippo, porque quería un hotel con vista al mar, y vaya si el B&B Dipintodiblu la tiene, de la Bahía de Nápoles y de Sorrento, que cortan el aliento, a pesar que el tiempo estaba feo, de noche no dan ganas de cerrar los ojos.
Había huelga y la funicular no funcionaba y los buses tampoco, así que tomé un taxi para ir hasta la Certosa di San Martino. No era cerca, atraviesa toda la zona llamada Vomero siempre entre estrechas calles densamente pobladas y sin veredas. Delante de la iglesia hay una explanada, es el Belvedere Di San Martino desde donde se tiene una imponente vista del Vesubio y de la ciudad. Al lado de la Certosa se encuentra el CastelSant’Elmo, que juntos forman uno de los mayores complejos monumentales religiosos y de los mejores ejemplos de la arquitectura barroca.
El magnifico conjunto de La Certosa, (Cartuja) había sido construido como monasterio en el año 1325 e inaugurada en el año 1368.
La Certosa cuenta con unas cien salas, dos iglesias, cuatro capillas, tres claustros, el grande hermoso con un aljibe en el medio y plantas de naranjos, además unos jardines colgantes.
Las habitaciones del prior, donde algunos de los cuartos del departamento aún conservan los frescos, y desde su terraza se tiene una maravillosa vista.
Muy interesante el museo del mar con las embarcaciones de guerra y las usadas por los reyes.
En Napoli hay nada menos que 69 museos interesantes y para todos los gustos y especialidades.
Desde la Certosa fui hasta la Piazza Vanvitelli, y antes de tomar el subte tomé un helado riquísimo y muy original en la heladería Fantasia Gelati, donde la fantasía era realidad.
Con el subte fui hasta la Piazza Dante, para ir a ver la famosa estatua del Cristo Velato (estatua de mármol que está recubierta por un velo de mármol, por eso la llaman velado). Se encuentra en la Capella San Severo, es una pequeña capilla privada, del siglo XVI sepulcro de los príncipes Sagro di Sansevero tan llena de esculturas y decorados que no podía creer lo que veía, siempre hay más lugar para el asombro. No se pueden sacar fotos. Les consejo que vayan a verlo, deleitarse y asombrarse.
La escultura de Cristo es de tamaño natural, como las otras estatuas que llenan la capilla que son de un realismo imposible de creer
Estas fotos son de Internet.
Volví a la Piazza Dante, y frente a ella está la iglesia de San Lorenzo cuya fachada estaba adornada como para carnaval, pero su interior es muy lindo.
Toda la zona desde la Piazza Dante a partir del arco de entrada a la Via dei Tribunali es peatonal, abarrotada de gente, de negocios, kioscos, bares, heladerías, pizzerías una enorme confusión y muy sucio todo, en parte debido a la cantidad de días de temporal.
Antes de la iglesia de San Severo encontramos algo inmaculado, blanco como un lirio, es la iglesia de Santa Maria Maggiore , que es un remanso de limpieza, blancura y paz.
Hice algunas compras y compré unos arancini (son una croquetas de arroz rellenas con ragu y arvejas), para comer caminando.
Fui por la Vía Toledo (camine bastante) para ira hasta la galería Vittorio Emanuele. Quería sentarme a tomar algo pero había muchísima gente, así que decidí caminar un poco más e ir hasta la Piazza del Plesbicito, hacer un paseo por lungomare y quedarme a cenar.
Encontré un restaurante que me gusto el menú y la decoración, Rosolino en Vía Nazario Sauro 1. Cené en la vereda, con las luces de la costa. Primero un antipasto de mariscos y salmón, luego mejillones a la provenzal con un rico Prosecco, la atención muy buena al igual que la comida.
Para volver tome un taxi porque desde allí Posillipo queda lejos. Pero me lo merecía, había caminado y visto mucho.
El tiempo seguía feo, la funicular seguía sin funcionar, los colectivos con el feriado pasaban cada tanto, los boletos los vende un tabachino (quiosco de cigarrillos) que estaba cerrado, la maquinita que los vende no funcionaba, así que una aventura viajar. No nos quejemos de nuestro subte, acá tampoco funcionan.
Pero no había venido para quedarme sin ir hasta el Duomo di Santa María Assunta. Me tomé un taxi hasta el subte y me bajé en la Piazza Dante, caminé por la Vía dei Tribunali (que seguía llena de gente y ruido) hasta Vía Duomo 147, pero estaba cerrado porque era mediodía. Así que hice lo que hacen todos: ir a almorzar una pizza napoletana para ver qué tal era.
En Via dei Tribunali está la famosa Pizzeria Dal Presidente. Llenísimo de gente. Me acomodaron en una mesa que tenía frente a ella lo que imitaba a un patio napoletano, con la ropa colgando, la jaula, etc. muy gracioso. La pizza de jamón queso parmigiano y rúcula no me gustó, porque la base no era crocante y los bordes eran muy gruesos. Los ingredientes, hay que reconocer, eran de primera calidad.
La pizza margherita se hizo por primera vez aquí, en honor a la reina Margherita que había venido de visita en el año 1889. Para homenajearla el chef Raffaele Espositto, utilizó albahaca, tomates y mozzarella, colores de la bandera italiana. Esta pizza es la más popular en todo el mundo.
Después de ese almuerzo volví a la catedral de Santa María Assunta, donde en la antigüedad se cree había un templo del dios Apolo. La primera catedral fue construida por Constantino en el siglo IV. La casa de Anjou comenzó la construcción de la actual en el año 1299. La catedral presenta varios estilos, su fachada es de estilo gótico y neogótico, además de su interior barroco. El interior es magnífico y solemne.
La capilla de San Genaro donde se encuentra la ampolla con la sangre del santo patrono de Napoli y el tesoro que, según expertos que valuaron las 21.000 joyas, es más rico que el tesoro de la corona británica.
Volví a tomar el subte para volver a ver la estación Toledo, que es hermosa. Desde allí caminé por las calles llenas de gente a pesar de la lluvia hasta la Piazza Plesbicito, para despedirme del Cafe Gambrinus donde mi café y la sfogliatella son un rito.
Mañana voy a Roma. Me faltará la belleza de la bahia, pero mis ojos la conservan en su retina.
Vale la pena conocer Nápoles. Así como Venezia es única, encontrarán todas las contradicciones, desde lo bello a lo degradado, la riqueza y la pobreza. Mi consejo si vienen: no lo hagan en feriados largos o plena temporada, tampoco si llueve o el tiempo es feo, porque no ayuda en una ciudad como esta.