De Sovana a Sorano hay 10 km y el camino es bastante llano, solo la última parte es como el de Pitigliano, muy empinado y con curvas cerradas.
La ciudad está encaramada sobre un altísimo acantilado, donde, desde una terraza panorámica se puede admirar el pueblo de Sorano circundado por profundos barrancos. Para llegar a ella primero hay que bajar al fondo del valle y luego hay una trepada bastante abrupta. Pero ya me estoy acostumbrando.
Hacía calor, había poca gente en la calle, todavía estaba abierto el restaurante Fidalma, justo antes de entrar por una de las puertas.
Pedí una tabla de fiambres y quesos, tomé agua. No eran malos pero los de Sovana eran superiores.
Sorano no es muy distinta a las demás pequeñas ciudades amuralladas, pero a la vez es diferente. Aquí también hubo un gueto que fue abandonado a fines del año 1800, comenzando así su total deterioro.
Debe su origen a la familia Aldobrandeschi, si bien ya la región había sido habitada por los etruscos. En el año 1293 el poder pasó a manos de la familia Orsini quienes la dotaron de las murallas, para defenderla de sus vecinos sieneses. En el año 1556 fueron los Medici quienes la incluyen en el Gran Ducato di Toscana, junto con su vecina Pitigliano.
Hice el recorrido turístico, el más corto, pero buscando un bar me perdí y termine en un pasaje sin salida, vuelta a subir ya estaba cansada, con sed y muerta de calor.
Pero no podía dejar de subir hasta la fortaleza donde ahora hay un hotel y la vista desde allí es estupenda.
En el estacionamiento, había un bar con una terraza que miraba al acantilado de enfrente y se pueden ver todos los huecos donde los etruscos construían palomares, en lugares increíbles y parecieran imposibles de acceder.
Me quede un rato largo, un poco para reponerme del calor y porque la que atendía no venía a tomar el pedido porque estaba mirando una novela que tiene a todos los italianos atrapados, El Secreto.
En esta zona se encuentran, a lo largo de la ruta los accesos a las Vías Cavas o los Cavoni. Eran las rutas que se excavaron durante la época etrusca, por más de 12 kilómetros en la piedra que se llama tufo (piedra caliza), que comunicaba a Sovana, Sorano y Pitigliano. algo digno de verse para poder creerlo. Hace unos días vine a conocerlas desde Pitigliano. Una obra fantástica si pensamos cuando fueron construidas.
Volví ya tarde a Pitigliano, Compre una pizza, me prepare el aperitivo y me senté a descansar, teniendo ante mi una vista maravillosa. Me lo tenía merecido.