Fuimos a Stromboli desde la isla de Salina, donde estábamos parando. El viaje es bastante corto, las islas están muy cerca unas de otras.
La navegación es una maravilla en ese mar tan azul y límpido.
Esta es una de las islas a la que me gustaría volver, tiene playas de arena negra (volcánica), mar espléndido y sin olas, cálido. De habernos quedado hubiéramos subido hasta la boca del cráter que es una caminata de 4 horas, no es difícil. Ya la hare cuando regrese.
El volcán Stromboli, tiene una altura de 924 metros sobre el nivel del mar, con tres cráteres activos. Algo particular de la geología de este volcán es la Sciara del Fuoco (rio de fuego) Durante miles de años, en la ladera se ha hecho una depresión por donde bajan hasta el mar la lava y el fuego después de cada explosión. En la cima se puede ver el magma incandescente. Las explosiones se suceden cada 20 minutos precedidas por un potente rugido, el suelo tiembla ligeramente y surgen los fogonazos.
Es una cosa de verdad totalmente surrealista, la sensación es que en cualquier momento la isla puede estallar. Pero no sucede, por suerte.
Se hacen excursiones en lancha por la noche para ver el espectáculo del fuego y lava.
El aliscafo nos dejó en el puerto, donde hay gran actividad de gente local y turistas de todo tipo, desde mochileros, gente elegante con valijas firmadas o como nosotras.
Recorrer la isla es muy fácil, tomamos una calle que nos llevó hasta la plaza San Vicenzo con la iglesia del mismo nombre, hacía mucho calor, aprovechamos para visitar la iglesia y luego tomamos la calle que baja hasta llegar a una playa no muy lejana. En el camino vimos la casa donde vivió Ingrid Bergman y Roberto Rossellini cuando filmaron el film Stromboli.
Nos encontramos con este cartel que nos llamó mucho la atención. Observamos que la playa tiene unos bloques enormes dispuestos de manera particular, que también había en la isla de Salina.
Nos dimos un baño, el agua estaba tibia y trasparente, y en un bar sobre la playa muy lindo, lleno de almohadones, almorzamos una pizza.
De regreso hacia el muelle paramos en la plaza de San Vicenzo. Estaba ideal para tomar algo fresco en la terraza del restaurante Ritrovo, con una espectacular vista al Strombolichio, que es un gran farallón de 50 metros de alto a solo 1 kilómetro de Stromboli. Solamente tiene una cruz y un faro, y por una empinada escalera tallada en la roca si quieren pueden subir hasta la cruz. Nosotras no fuimos. Disfrutamos de su vista cómodamente sentadas.
Se estaba tan bien en ese escenario que no queríamos movernos. En la isla reina el silencio y una paz increíble, es posible que en temporada alta sea diferente, pero les aseguro que todo contribuye a esa paz, el clima, el mar, el blanco que reina por todas partes, las flores que inundan todo, el verde del entorno y la gente amable y sonriente.
La tarde era espectacular, bajamos al pequeño embarcadero a buscar los bolsos a esperar la partida del Aliscafo, que era a las 17,30 de regreso a Milazzo.
Nos tomamos la última granite (especie de sorbette o granizado muy fino de distintos gustos que se suele acompañar con brioche), yo probé la de higos, pero sin bríoche.
El viaje es de un poco más de una hora ya que esta isla es la que queda más lejos del continente.
Estas islas son pequeños trozos de paraíso terrenal, me sentí muy afortunada de conocerlas.
En Milazzo nos esperaba toda la familia, mis dos sobrinas, una con su novio y la otra con su marido y dos hijos. Luis (mi cuñado), habían pedido » arancini» algo muy típico siciliano, son unas croquetas de arroz rellenas con ragú y arvejas, hay con otros rellenos, pero esa es la más tradicional, son la pasión del Comisario Montalbano (Creo todos deben conocerlo).
Allora buon apetito.