Desde Peschiera del Garda, donde estaba alojada, tomé un barco y fui hasta Bardolino.
Esta ciudad es la cuna del famoso vino Bardolino y del Rose Chiaretto.
El pueblo de solo 7037 habitantes, queda a 30 km de Verona y se recuesta a la orilla del Lago di Garda.
De la edad media se conservan dos puertas y una antigua torre del castillo a orillas del lago.
Su centro histórico es muy lindo, las angostas callecitas son encantadoras, llenas de negocios de moda, zapatos, carteras, que dan ganas de comprarse todo. Además de infinidad de heladerías, cafés, bares y restaurantes que hacen las delicias del viajero, en este caso de la viajera.
San Severo iglesia de estilo románico del siglo X, restaurada en el siglo XII tiene interesantes y bellos frescos, y la iglesia de Santa María di Cisano merecen una visita.
La actividad pesquera se remonta al año 1000, el puerto tiene la forma de “peine”, mientras que las casas se construyeron en fila desde adentro hacia el lago, así podían trasladar las lanchas fuera del agua para ponerla en lugar seguro cerca de las casas.
En Bardolino se cultivan olivos y también la vid que dio origen al famoso vino color rubí intenso y de perfume delicado. La ciudad por supuesto tiene un museo del vino y del olivo entre otros, y desde aquí se inicia el recorrido de la «Strada del Vino».
Me gusto uno muy bien decorado, y pequeño, Caprice, en Vía G.Mameli 3. La atención muy buena, además de simpáticos. Comí un plato de fettuccini con ragú di vitello, una copa de vino tinto Bardolino, no me acuerdo cual, y un café.