Cefalú es una ciudad de unos 13 mil habitantes situada a 70 km de Palermo sobre la costa del mar Tirreno. Cuando se llega a Cefalú se tiene la sensación que la montaña quiso empujar a la ciudad hasta el mar, pero ella se resistió y la arena dorada y el mar turquesa son un hermoso cinturón que adorna a esta bella dama.
Sus origenes se remontan al Siglo V a C, y los restos de las estructuras megalíticas que rodean la ciudad son la muestra. Fue dominio de árabes, romanos y normandos, hasta el Siglo XII cuando Ruggero II diseñó la estructura actual de la ciudad.
A sus espaldas domina la enorme roca, donde hubo un templo a la diosa Diana y ahora a sus pies la catedral normanda una de las más bellas de Sicilia. A primera vista parece una fortaleza. Construida por Ruggero III, en el año 1131, en agradecimiento por haberse salvado de un naufragio frente a sus costas.
El interior está dividido por 16 columnas de mármol que sostienen los arcos.
El ábside cubierto por hermosos mosaicos bizantinos que representan a un Cristo Pantocrátor muy particular, cabello rubio normando, mechas oscuras sobre la frente, las cejas y la barba oscura árabes y la nariz recta y fina griega.
Lo acompañan la Virgen con los arcángeles, apóstoles, profetas y santos, son de una delicadeza exquisita. Son de una majestuosidad que rivalizan con los de Monreale.
A un costado del Duomo se encuentra el claustro sobrio y bello..
¡Hacía calor así, que podía hacer más que tomarme una granite! Bebida típica siciliana, en la plaza frente al Duomo, a la sombra de un a sombrilla (parece una zarzuela) en la plaza casi desierta.
La ciudad tiene una estructura típicamente medieval, y se darán cuenta por los arcos que unen los edificios entre sí, además por lo angostas de sus callecitas y vericuetos.
Se accede por tres de las antiguas puerta que marcaban el trazado de la ciudad, la Vía Ruggero eje principal desde la Porta di terra hasta la Piazza Garibaldi se llega hasta la catedral, y Porta di Mare que une a Porta Giudecca. La cuarta puerta es la Porta di Pescara que se halla en el puerto viejo.
Ya había estado en Cefalú pero había lugares a los que no había ido como el museo de la Mandralisca, en la Vía Mandralisca 13, que fue la casa de uno de los benefactores de Cefalú, el barón de Mandralisca. En el se conserva un cuadro del famoso pintor Antonello da Messina, «Retrato de un desconocido». Tiene obras de arte antiguo, y se conservó la casa como ejemplo de la época.
Fui hasta el muelle y al espigón, había un restaurante nuevo, Helios Bar, que pintaba bien con una vista espectacular de toda la bahía. Lo que comí no me gusto, los camarones eran congelados, culpa mía por no leer bien el menú. El vino bueno.
De regreso pase por la estrecha callecita llena de restaurantes que miran al mar.
Casi escondido, en la Vía Vittorio Emanuele se encuentra el Lavatorio Medieval al que se llega por una escalinata. Es muy lindo el lugar e interesante su construcción.
Cefalú es ideal para perderse en el entramado de sus calles, pero siempre volverán al mar así que no se preocupen.
A los que les interesa la arquitectura hay numerosas iglesias, por ejemplo, las Animas del Purgatorio con una fachada barroca y palacios como el Osterio Magno sobre Vía Ruggero.
Fueron pocas horas pero, ayudó el hecho que ya había estado no hacía mucho tiempo y lo que sucede en estos lugares es que parece que el tiempo no hubiera transcurrido.
Se las recomiendo por la belleza de su costa y por lo bien que comerán si les gusta el pescado y las pastas.
En esta oportunidad había venido en tren desde Milazzo. Para volver a la estación, tomé por otro camino. El tren llego puntual.
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