Mi semana de esquí en Cervinia se había acabado y después de desayunar tomé mi nuevo rumbo: Biella, a 90 Km.
Después de varias peripecias, porque había huelga de trenes y los domingos tampoco andan algunos buses, y luego de gastarme 100 Euros en taxis llegué como a las dos de la tarde. Pero esto es Italy también. El taxi me dejó a unos 600 metros, porque donde había reservado era centro histórico. ¡Me quería matar!
No todo acabó allí. El departamento: precioso; con hermosa vista a la Iglesia de la Santísima Trinidad y a los techos de los campanarios, pero tenía escaleras, así que se pueden imaginar que alegría.
Esta zona fue habitada antes de la prehistoria y los primeros habitantes fueron los celtas y los antiguos ligures.
Es una ciudad conocida en todo el mundo por su tradición textil de la lana. En la época romana era conocida por sus tejidos. En el año 1245 los estatutos de Biella hacen referencia a los artesanos de la lana.
El casco antiguo es de origen medieval se reconoce por las calles angostas. Es chico, muy lindo, señorial y tranquilo con hermosos edificios de estilo, negocios de diseño y muchos bares y restaurantes. Me dan envidia los zapatos que usan, y de la ropa ni que hablar. La cantidad de joyerías dan la pauta del estándar de vida. Esta podría ser una ciudad donde viviría.
Dejé la valija y bajé a comer algo en El Café Magnino, que está en la esquina del departamento, Vía Italia 21. Comí una focaccia con jamón y queso y un cappuccino. El lugar agradable y muy amable el personal.
Estoy a menos de cien metros del baptisterio románico construido en el Siglo XI, con restos de una antigua necrópolis romana. Es de planta octogonal , tiene hermosos bajorrelieves. Al lado se encuentra el Duomo de Santo Stefano de estilo neogótico. Es enorme, totalmente decorado en hermosos tonos verdes, semejante a las iglesias del norte de Europa. El altar mayor es precioso. Estaban celebrando una misa en latín, cosa que me sorprendió. La fachada externa con una fila de arcos y las hermosas agujas le dan un aire oriental y de cuento de hadas. Tiene un campanile de estilo gótico.
Muy cerca de la plaza del Duomo hay un funicular, construido en el año 1885, que llega hasta la ciudad medieval de Piazzo. Estaba en mantenimiento de manera que tomé un bus. Desde arriba se tiene una hermosa vista de Biella.
El Piazzo fue construido por orden del obispo Ugoccione en el año 1160.
No dejo de asombrarme a pesar de todo lo que conozco, cuanto construían, cómo y dónde.
Aquí arriba hay más de una iglesia. San Giacomo del siglo XIII, decorada con pequeños arcos góticos de terracota, a su lado se halla un elegante campanile con ventanas bíforas góticas y decoradas con cerámica de terracota del renacimiento, se construyó en del Siglo XIV-XV. El pórtico de la entrada sostenido por dos columnas es del Siglo XVII.
Además de varios palacios que ahora son museos como el Palazzo Gromo Losa di Parolo del Siglo XV, que fue residencia de los condes Gromo. Completamente restaurado, de ladrillos rojos y un delicado trabajo en el frente. Tiene un bello jardín a la italiana.
El Palazzo Cisterna en un extremo de la plaza del mismo nombre es el centro del borgo. A los lados de la plaza hay hermosos y abrigados pórticos ideales para los duros inviernos de esta zona, donde se encuentran varios bares y restaurantes. Uno muy pintoresco llamado la Vecchia Farmacia, porque allí hubo una farmacia.
El Palazzo Ferrero, con sus Iindos jardines y su torre se ve desde el llano.
El Palazzo Marmora residencia de la familia tiene un frente de 80 metros.
También una Sinagoga en el Vicolo Bellone, número 3. Una placa recuerda el hecho que allí existió un gueto hebreo.
En la Piazza Cucco, lugar al que llega el bus y también el funicular, una torre gótica de ladrillos rojos marca el comienzo del borgo, la casa frente a la torre, de travesaños de madera es la más antigua del lugar. Frente a la torre se encuentra el Café Ristoro Bar y Libreria Civetta. Muy lindo e interesante, me daban ganas de quedarme, pero ya era tarde, tomé un café y decidí bajar a pie, no es muy lejos, pero los escalones son muchos y empinados.
De regreso di una vuelta por la Vía Italia llena de negocios de cosas que tendría ganas de comprar. Por suerte mi valija es chica, jaja. Cené en el departamento.
Al día siguiente desayuné en el bar Magnino y de allí fui a tomar el bus para para ir al Santuario de Oropa, que queda a unos 12 km. Por supuesto, todo en subida, ya que queda a 1200 metros de altura.
Ya les dije que muchas veces no puedo creer lo que veo y lo que apareció de repente ante mis ojos era como una visión. ¿Cómo poder describirles esa sucesión de enormes claustros, escalinatas diseñadas por famosos arquitectos como Juvara, Guarneri y otros, en el marco de unas montañas nevadas?
Los bares y restaurantes del lugar también tienen su encanto añejo. Como éste, donde tome un café.
Según la tradición el culto de Oropa se debe a Sant Eusebio, obispo de Vercelli que en el siglo IV d C trajera una estatua de madera de la Madonna Nera desde Jerusalén.
La construcción de una primera iglesia se remonta al año 1200, pero la ampliación del santuario se debe a la familia Savoia en el año1600.
En este lugar nunca hubo un monasterio siempre fue un lugar de peregrinaje. Hoy cuenta con 550 habitaciones de distintas tipologías.
También tiene un jardín botánico, pero estaba bajo la nieve.
Me habían recomendado un restaurante y lo que tenía que probar. Así que seguí subiendo hasta llegar donde terminaba el complejo y allí estaba el restaurante La Fornace.
Como se imaginarán no iba a dejar de comer los platos típicos de la región. Primero un surtido de fiambres y la “polenta concia», es un tipo especial de polenta, suave y delicada, preparada con queso de montaña y manteca dorada en una sartén, todo buenísimo y muchísimo. La caminata hasta el bus ayudó a aliviar la culpa, jaja.
Fui al súper y como todo es nuevo y tentador compré para cenar más de lo que podía y también unas botellitas de San Bitter rosso.
A la mañana siguiente fui a buscar el auto, del que me tuve que acostumbrar a los cambios ya que hace tiempo uso uno con cambio automático. Con el fui a unos 8 km de Biella al Ricetto di Candelo.
Es una cosa bastante curiosa, es un refugio (eso quiere decir «ricetto») construido en época medieval para proteger a los ciudadanos en caso de asedio. Nunca fue habitado, en tiempos de paz fue usado para guardar las cosechas, el vino y el aceite. Está intacto y bien conservado, ahora alberga algunos artesanos y pequeños restaurantes.
¡Imaginan bien! me quedé a almorzar en la Locanda La Greppia, algo muy discreto, risotto con queso “taleggio«, muy sabroso y nada más.
De regreso fui hasta Pollone una localidad muy cerca de Biella, donde hay un parque que me habían dicho era precioso, Parco della Burcina. Está situado sobre una colina con una hermosa forestación, con gran cantidad de azaleas, rododendros, peonias, narcisos y un sin fin de arbustos y flores. No había mucho florecido porque todavía hace frio, pero igual el entorno es hermoso.
La odisea del regreso fue conseguir estacionamiento, pero tuve mucha suerte porque conseguí a dos cuadras del departamento.
Para reponer energía pare a tomar un café y un cornetto en un bar muy lindo, así ya podía volver.
Fui hasta la plaza del Duomo a despedirme ya que mañana iré a Vigevano.
Puedo asegurarles que me encantó la ciudad y todos los alrededores, y siempre les digo lo mismo Italia Bella e infinita.